Premoniciones presidenciales

«Los hijos no son culpables de lo que los padres hacen», Esteban de Jesús
dixit. Si no estuviésemos ya, como quien dice, «curados de espanto», el
más infeliz de los recientes comentarios nos hubiera dejado atónitos, y
rogaríamos al cielo paciencia. Sin embargo, lo escuchamos, lo leemos, y
procedemos al ejercicio sistemático de analizarlo. A esta escribidora, que
no gusta de ser tenue, se le antoja que el huésped de Miraflores desatiende
los más elementales preceptos de la sapiencia criolla, esa que él tanto
presume conocer. Obvia que en nuestra larga trayectoria lingüística,
urdimbre propia y de herencia, no pocos dichos hay para contrapuntear; que
no en balde, de aforismos y consejas es culto y pródigo el hablar de
nuestro pueblo. Por ejemplo, tres corticos que acuden presurosos a mi
premenopáusica pensadora: que más vale medirse en las palabras, no vaya a
ser que por la incontinencia verbal, se acabe «escupiendo para arriba»; que
controlar a la sinhueso es importante, pues al fin de cuentas «uno es dueño
de lo que calla, y esclavo de lo que dice»; o, para finalizar con el paseo
aforístico, que siempre es bueno tener presente que «la lengua es el
castigo del cuerpo».

Esteban de Jesús, para variar, desperdició la oportunidad de quedarse
callado. Con ello, una vez más, nos disgustó e incordió, mas no logró
desviar nuestra atención de lo que él pretende ocultar con sus continuas
cortinas de humo. Que ya ninguno de sus drapeados puede disfrazar lo que
está ocurriendo, y que no puede ya pretender tapar el sol con dedo.

Es sorprendente cuánto tiempo se necesita para terminar algo en lo que no
se está trabajando. En consecuencia, cada una de los organismos de este
régimen han gastado quince meses en no hacer nada, salvo destruir. El
rosario de las cosas no hechas es bien sabido por todos. Pero acaso la más
patética y resaltante de todas sea la no preparación de estas
Megaelecciones. Creo no equivocarme al afirmar que éstas son los peor
organizados comicios de nuestra historia. A escasos días de ir a rellenar
óvalos (no óvulos, como insiste en repetir el doctísimo candidato a la
Asamblea Nicolás Maduro), nada funciona, y todo truena. Ninguno de los
comunes mortales hemos logrado ponerle la mano a ni una sola de los
facsímiles de las boletas electorales; no existe una gacetilla electoral
(el señor del kiosco de la esquina insiste en que esto hubiera sido pan
comido si se lo hubieran encargado a los editores de la Gaceta Hípica, y
que la próxima vez hay que contratar a Grafitti para que ellos se encarguen
de todo, y a los indiscutibles mejores precios del mercado). El 800-VOTAR
no responde, y la página web está sospechosamente caída. Es domingo 21 de
mayo, son las 11:15 p.m., e Indra no ha recibido los «flashcards», sin los
cuales el simulacro – ya una vez postergado – no puede hacerse mañana, tal
y como lo prometieran Etanislao y Semtei a sus propias parentelas. Ah, y se
canceló la auditoría, porque las empresas no tienen tiempo. Sigo. Nadie da
respuesta exacta sobre en qué estamos con los cientos de miles de
«mudaditos» de circunscripción. No contentos con esto, el Capitán Maravilla
nos madruga el sábado con una «intervención» del Centro de Automatización
del CNE, ante los ojos desorbitados de los mismos empleados de ese centro,
que no logran entender qué demonios hacen esos esbirros con armas largas en
un recinto protegido por la Guardia Nacional. Y ante el descomunal
despelote, Etanislao, carilargo y voz de funeral, sale en tv en cadena
nacional, negando toda posibilidad de postergación, porque todo está
marchando de acuerdo a programación, salvo algunos pequeños detalles de
leve y despreciable importancia. Y aclara que lo que hay son rumores
perversos.

En el interim, en medio de este desmadre de proporciones nunca antes
vistas, Esteban de Jesús, el incontinente, Presidente de la República
Bolivariana de Venezuela, desaparece de las cámaras, suspende alocuciones y
agenda candidatural, porque tiene la faringe inflamada. No, si así es,
muerde aquí, como le decía Mamblea a Roñoquero en plena Plaza Baralt,
cuando pretendía venderle una de esas embustes que sólo eran superadas por
las que él mismo decía. Que hemos sido busacas, y hasta medio cretinos,
pero no tanto. Que todo tiene un límite. Que no somos ese atajo de idiotas
que suponen somos.

Para tratar de hallar cierta coherencia en todo este barbarie que
enfrentamos, me ha dado por leer de nuevo esas obras gloriosas de la
literatura de nuestra lengua. Así, me tropecé con la sapiencia pampera del
Martín Fierro, y encontré que estos trozos pueden aclararnos la mente:
«Nace el hombre con la astucia, que ha de servirle de guía, sin ella
sucumbiría, pero sigún mi esperencia, se vuelve en unos prudencia, y en los
otros picardía…» ; y prosigue «.. Cuando una mula recela, señal que
quiere cosiar, ansí se suele portar, aunque ella lo disimula….».

Pero fui más atrás, a nuestras herencia hispana, y vean ustedes lo que pude
deleitar: «… Para ganar la voluntad del pueblo que gobiernas, has de
hacer dos cosas: la una, ser bien criado con todos, aunque esto ya otra vez
te lo he dicho; y la otra, procurar la abundancia de los mantenimientos;
que no hay cosa que más fatigue el corazón de los pobres que el hambre y la
carestía…» (Don Quijote de La Mancha a Sancho Panza, Gobernador de la
Insula Barataria)

Algo me dice, y eso sin haber hecho ninguna consulta astrológica, que las
declaraciones recientes de Esteban de Jesús pueden resultar premonitorias
y proféticas, y que quizás el hombre de Sabaneta ha diseñado su propio
karma. Quien quita que a la vuelta de pocos años, quien salga en televisión
diciendo «»Los hijos no son culpables de lo que los padres hacen», sea la
mismísima Rosinés.

Esteban de Jesús y su corte quieren pasar a la historia. Y quieren que el
28 de mayo no vayamos a votar. Otros queremos que se conviertan en
historia, y por ello próximo domingo la cita es de millones de venezolanos
con los óvalos de la verdadera Democracia.