Opinión Nacional

Rafael Caldera: el último de los pioneros

A un mes de cumplir la venerable edad de 94 años, ha muerto en Caracas el dos veces presidente Constitucional, Rafael Caldera, uno de los líderes políticos más importantes del proceso democrático venezolano, y en especial de la República Civil iniciada en 1958. Murió Caldera en su quinta Tinajero, rodeado de sus familiares y en la presencia de doña Alicia Pietri de Caldera, esposa y compañera durante 69 años.

La historia del pluralismo de la democracia en Venezuela es inseparable de la trayectoria de Rafael Caldera. Nacido en San Felipe, estado Yaracuy, en 1916 cuando el país estaba sometido por el férreo dominio del general Gómez, Caldera entra en la escena nacional como destacado integrante de la Generación de 1936. Desde las aulas de la Universidad Central le correspondió el papel fundador de la corriente política socialcristiana, que más adelante, en 1946, se convertiría en el partido Copei, una de las dos organizaciones partidistas más influyentes de la segunda mitad del siglo anterior.

Figura central de la bancada opositora en la Asamblea Nacional Constituyente de 1946, Caldera tuvo la osadía de competir con el maestro Rómulo Gallegos en las elecciones presidenciales de 1947, y a la caída de la dictadura militar en 1958, sería promotor, junto a Rómulo Betancourt y Jóvito Villalba, del gran acuerdo nacional o Pacto de Puntofijo que sentó las bases de la nueva etapa democrática: «la decisión política y moralmente más constructiva de toda nuestra historia», al decir del humanista Luis Castro Leiva.

Durante el gobierno fundacional de la República Civil, Caldera y su partido fueron aliados leales de Rómulo Betancourt, y unidos enfrentaron los embates de la extrema izquierda y de la derecha militarista. Fue Caldera el primer presidente de la Cámara de Diputados surgida de la voluntad popular en los comicios de 1958, y tendría una especial participación en la Comisión que redactó el proyecto de Constitución Democrática, en compañía de Arturo Uslar Pietri, Gustavo Machado y Gonzalo Barrios, entre otros distinguidos parlamentarios. Carta Magna aprobada por unanimidad en el variopinto Congreso de 1961, y la más longeva de nuestros anales constitucionales.

Rafael Caldera fue elegido presidente de Venezuela para los quinquenios 1969-1974 y 1994-1999. Dos períodos muy distintos de nuestra travesía democrática. En el primero, es probable que el país haya alcanzado el cenit de su desarrollo institucional y de su progreso socio-económico. En el segundo, con la democracia ya severamente resquebrajada, el presidente Caldera gobernó con base al estado de Derecho, garantizando las libertades y salvaguardando los valores de la cultura democrática venezolana.

Caldera compartió su vocación política con la vida universitaria y el quehacer intelectual. El Derecho del Trabajo, la sociología nacional, la doctrina demócrata cristiana, y la difusión del pensamiento de Andrés Bello fueron sus preocupaciones centrales en el ámbito de las ideas. Llegó a ser considerado uno de los principales catedráticos del Derecho Laboral en América Latina, y alguna vez le escuché afirmar a Germán Carrera Damas que la obra más fecunda de Caldera era el desarrollo académico y normativo del Derecho del Trabajo venezolano. Fue presidente de la Asociación Venezolana de Sociología y miembro de las Academias Nacionales de la Lengua y de Ciencias Políticas y Sociales.

Como Presidente de la República, le tocó consolidar el proceso de pacificación política que cerró el período de la insurgencia guerrillera y le abrió a la nación amplios espacios para la pluralidad democrática. Así mismo, Caldera es el mandatario en cuyos gobiernos se construyeron más viviendas: 632 mil familias obtuvieron techo propio en sus dos presidencias. Es vasta la lista de obras públicas emprendidas o completadas en sus respectivos quinquenios, y bastaría nombrar la central hidroeléctrica Macagua II de Guayana o la de Santo Domingo en el piedemonte andino, la autopista Centro-Occidental, el Metro de Caracas y el Poliedro, el Complejo Petroquímico El Tablazo en el Zulia, y la creación de la Zona Franca en Margarita, para dar buena cuenta de sus ejecutorias gubernativas.

Tuvo el privilegio de protagonizar junto a Raúl Leoni un hecho sin precedentes en la historia venezolana: ser el primer mandatario electo de un partido opositor que recibió pacíficamente el poder de un jefe de Estado electo del partido de gobierno. Cinco años más tarde le entregaría la presidencia a su sucesor, Carlos Andrés Pérez, elegido como candidato de oposición. Entre 1974 y 1993 se desempeñó activamente como Senador Vitalicio de la República, y en tal capacidad presidió la Comisión Bicameral que modernizó la legislación laboral a través de la nueva Ley Orgánica del Trabajo y, por otra parte, presidió la Comisión Legislativa para la Reforma de la Constitución de 1961, cuyo paciente y amplio esfuerzo no llegó a materializarse por causa de la indecisión parlamentaria en 1993.

A lo largo de su vida política, Rafael Caldera tuvo una relevante actuación internacional. Presidió la Organización Demócrata Cristiana de las Américas (ODCA), y la Unión Mundial Demócrata Cristiana. Dirigió la Unión Interparlamentaria Mundial entre 1979 y 1982, y fue miembro de diversas instituciones académicas del Derecho del Trabajo, a nivel regional, continental y global. Luego de su primer gobierno, pudo ser Director de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT), pero prefirió no ausentarse de Venezuela y continuar ejerciendo sus responsabilidades políticas.

Caldera recibió numerosos reconocimientos académicos, de los cuales cabe destacar los doctorados honorarios de la Universidad de Lovaina en Bélica, de la Universidad de Beijing, de la Universidad de Perugia en Italia, de la Universidad de Deusto en España, de la Universidad La Sorbona en Francia, de las universidades estadounidenses de Connecticut, Nebraska, Notre Dame, Católica de América en Washington, Internacional de Miami, y de múltiples universidades de América Latina.

El último de los pioneros de la democracia ha muerto el 24 de diciembre de 2009. En sus años finales sobrellevó con dignidad la enfermedad de Parkinson, y mantuvo su interés constante en la situación venezolana, cada vez más alejada de los ideales democráticos y más amoldada a modelos y esquemas ajenos a la cultura pluralista del país. En estos tiempos de mengua y regresión, la trayectoria de Rafael Caldera, con sus aciertos y errores, sus enseñanzas y lecciones, contribuye a iluminar el esfuerzo histórico de los hacedores de la democracia, y el compromiso de las nuevas generaciones por su renacimiento en el siglo XXI.

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