Opinión Nacional

Sangre en las calles de Caracas

(AIPE)- El libro “Sangre en las calles” relataba los crímenes en la República Dominicana en tiempos del dictador Rafael Leonidas Trujillo. Hoy podemos escribir otro libro bajo el título “Sangre en las calles de Caracas” para relatar lo que sucede a diario en la capital venezolana, bajo la mirada indiferente del gobierno del comandante Hugo Chávez.

No hay voluntad oficial ni deseo de acabar con el crimen. La sangría que a diario aquí ocurre y que se dispara en los fines de semanas no preocupa al presidente Hugo Chávez ni al ministro de la Defensa José Vicente Rangel ni al ministro del Interior Luis Miquilena.

Resulta que el actual auge delictivo en Venezuela tiene un origen político. El propio presidente en sus frecuentes intervenciones públicas guarda total silencio sobre la situación de inseguridad que sufren los venezolanos y con frecuencia declara que considera lógico que robe quien tiene hambre.

Ninguno de los crímenes cometidos en Venezuela, que han estremecido a la opinión pública, ha merecido condena alguna por parte del presidente de la República, quien a su vez se complace en agredir constantemente a quienes tienen propiedades y dinero. Chávez no oculta su resentimiento hacia los grandes capitales y hasta con la clase media. No disimula su deseo de tener postrado a sus pies a un país de pobres y pedigüeños, huérfanos de las comodidades del mundo moderno y desarrollado.

Ese ambiente de odio ha creado al “delincuente político”, que no es “político” en el sentido clásico de la palabra, pues le importa un pito si existen partidos, si hay libertad o no, mientras que su mente gira en torno a un pensamiento central: el odio al rico, entendiendo por rico a todo aquel que por propio esfuerzo tiene una vivienda, maneja un modesto automóvil y se suele vestir de traje y corbata.

El presidente califica constantemente de “chusma” a sus propios partidarios. En Venezuela está surgiendo la absurda doctrina de que hay que sentirse orgulloso de ser chusma, porque la revolución según el comandante la lleva adelante la chusma.

El hampón común odia a los medios de comunicación que sí se ocupan de reportar los sucesos y cree sinceramente que ha nacido un nuevo país, un nuevo orden en donde sólo hay derechos para los marginales, a quienes no se le exigen deberes.

Ladrones y asesinos se comienzan a sentir parte de un novedoso instrumento de castigo social. Por eso el delincuente venezolano no sólo roba sino que además veja a su víctima, la tortura y con frecuencia la mata a sangre fría. Esos bandidos y criminales están nadando “como pez en el agua” bajo el gobierno de Chávez.

Pero el mismo presidente comandante va a ser víctima del odio social que a diario cultiva con tanto empeño. En él se cumplirá la fábula del hombre que tenía al león agarrado por la cola, pero soltó a su amigo el león y el león de lo comió. ©

* Analista político venezolano.

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