Opinión Nacional

Satrapía bolivariana

Luis Miquilena es uno de los venezolanos que conoce más a fondo el régimen de Chávez. Aunque rompió con su antiguo mentado hace ya dos años, no se le podrá regatear que sabe de sobra —como dicen en Coro— por dónde brinca el chivo.

En una reciente entrevista, el ex-presidente de la Asamblea Constituyente expresó que «Chávez se desbocó por el camino represivo, agresivo, pugnaz y casi anárquico»…. Eso se llama, aquí y en cualquier parte, satrapía.

Una satrapía que tiene hoy por hoy al menos cuatro patas: fraude electoral, represión militar, terrorismo judicial y aniquilamiento constitucional. Este y no otro es el drama principal que envuelve a Venezuela.

Pero no se trata de uno de esos despotismos típicos que «adornan» la mala historia de América Latina, al estilo Noriega en Panamá, Somoza en Nicaragua o Fidel en Cuba.

La «bolivariana» es una satrapía que se proclama como ejemplo virtuoso de democracia y que en nombre de la ley -el cacareado «librito azul»–se lleva por los cachos lo que le venga en gana.

Cómo será la cosa que no más anteayer, en medio del firmicidio del CNE y la plomazón de la Guardia Nacional, el presidente del TSJ, Iván Rincón, no tuvo empacho alguno en sostener que «vivimos en un estado de Derecho en el que la justicia recupera su credibilidad»….

Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez fueron dictadores por la calle del medio. Cada uno en su tiempo histórico no se preocupaba demasiado por disimular lo que pretendía.

Pero el señor Chávez se enfunda en el ropaje del «republicanismo democrático» para perpetrar aquellas fechorías que abonen su afán de continuismo.

Sigo con la entrevista de Miquilena: «Este es un gobierno (…) que no puede seguir alardeando ni vistiéndose de democracia, porque ante el país y ante el mundo ha demostrado su carácter autoritario y su desprecio por las instituciones»….

Que esto lo afirme quien fuera el patriarca de la llamada «quinta república» es un hecho que no debe pasar inadvertido. Desde luego que tampoco puede dejar de reconocerse que la satrapía del 2004 es un resultado casi natural de 5 largos años de demencia destructiva al frente de Miraflores.

Por fuerza de los sucesos, ya no hace falta ser venezolano para caer en cuenta que este régimen significa un «retroceso a la barbarie». Con esas exactas palabras varios premios Nobel de la Paz acaban de identificar la situación nacional.

Lech Walesa (1983), Elie Wiezel (1986), y también Vaclav Havel, entre muchas otras personalidades dedicadas a la defensa de los Derechos Humanos, han denunciado al «nuevo aspirante a caudillo totalitario»; vale decir, al sátrapa nuestro de todos los días.

La desintegración de la democracia en Venezuela le ha dado paso al surgimiento de una satrapía dizque «bolivariana». Superarla es el único camino para que sea posible reconstruir al país.

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