Opinión Nacional

Sultanato fachochavista del siglo XXI

 

La Venezuela bolivariana se asemeja cada día más a un sultanato, donde un Sultán tropical, con aspiraciones mesiánicas gobierna el país al margen de la Ley, a su antojo y capricho, y quien al mejor estilo de un jefe de malandros reparte los recursos del Estado -a manera de botín- entre sus seguidores.

El sultanato bolivariano constituye un batiburrillo ideológico donde se confunde liderazgo con dominación, gobernabilidad con sumisión, estado de bienestar con control social y político. Es una perversa mezcla de represión policiaco-militar y dádiva social concebida a fin de eternizarse en el poder.

Padecemos las consecuencias de un sultanato populista explotador que ha logrado el apoyo de una mayoría sumisa y enajenada religiosamente, cuyos derechos y aspiraciones sociales han sido conculcados por una logia cívico- militar corrupta y depravada dispuesta a exterminar al enemigo político.

Sultanato que ha estigmatizado a la disidencia política, y pretende imponer una hegemonía ideológica a través de un pensamiento único. Que desdibuja jurídicamente los conceptos de legitimidad y legalidad, normas que no pueden ser cambiadas en función de los deseos del comandante-presidente. Sultanato que ha institucionalizado la falacia y la represión como política de Estado a fin de aplastar a todo aquel que no comulgue con su doctrina.

El nuevo sultanato bolivariano promueve una nueva religión política, y, en tal sentido toma prestados de la cultura religiosa la obediencia y la fe ciega hacia el líder conductor del proceso. Es una amalgama de ingredientes conservadores-reaccionarios, y nacional-socialistas que se oponen a las libertades democráticas. Pero que además promueve la intervención y el aniquilamiento de los sindicatos clasistas e independientes.

Al margen de su aparente fortaleza, el sultanato bolivariano es intrínsecamente débil e inestable pues su existencia descansa en un clientelismo político (dádivas sociales), en la coerción ideológica ejercida a través de un terrorismo de Estado despreciable, así como en una corrupción galopante que depreda todas las instituciones del Estado.

Nunca podrá ser considerado socialista un proyecto que promueve el desprecio al pensamiento crítico, la promoción de un culto enfermizo a la personalidad del tte coronel, que impulsa un explotador capitalismo de Estado, así como la represión y confiscación de los derechos de los trabajadores. Transitamos tiempos de incertidumbre y confusión ideológica, donde la pobreza del debate político ha permitido que una camarilla cívico-militar se haya apropiado demagógicamente de ideales socialistas a fin de apuntalar un proyecto de franco corte facho. El socialfascismo bolivariano es un fraude político-económico y social, una forma de represión autoritaria y despótica de gobernar que en nombre de un socialismo participativo y liberador ha dado vida a un sultanato de inspiración fascista.

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