Opinión Nacional

Teodoro: sus ventajas competitivas

Teodoro Petkoff, a pesar de la campaña emprendida por el grupo de biliosos que desde la “oposición” lo atacan sin piedad, exhibe numerosas credenciales que le permitirían enfrentar con éxito a Hugo Chávez. Sin embargo, antes de llegar a esa gran contienda está obligado a convertirse en el candidato unitario de la oposición, tarea nada sencilla pues, en el caso de haber elecciones primarias, tendría que ganarle a las maquinarias que han ido aceitando Julio Borges y Manuel Rosales. El primero en todo el país; el segundo en el estado Zulia, la entidad federal más importante de la nación, desde la cual partiría, teóricamente, con una base que anda alrededor de los 600.000 votos, cifra que para el Catire significa un inmenso reto.

Su larga experiencia de más de cinco décadas en la política venezolana, la visión global que posee de los problemas nacionales e internacionales y el equipo de mujeres y hombres curtidos en numerosas batallas electorales que lo acompañan, representan un valor agregado que no se percibe en los otros dirigentes que aspiran a disputarle el poder al comandante. Si la política obrara según los criterios de justicia, Teodoro debería ganar el apoyo de los electores para ser él quien encare al díscolo gobernante que despacha desde Miraflores. Pero ya se sabe que la dinámica electoral no responde a los principios abstractos de justicia, sino a realidades muy traviesas e impredecibles. ¿Cómo explicar que en Venezuela haya ganado, y después de siete años de desastres aún mantenga alta su popularidad, una criatura como el hombre de la guayabera roja? ¿Cómo entender que en Perú el nuevo dilema de los electores sea escoger entre un nacionalista delirante como Ollanta Humala y un personaje como Alan García que hundió a esa nación andina en la peor de sus tragedias hace sólo 20 años? Estas preguntas carecen de respuestas racionales. Perú ha crecido económicamente y ordenado sus finanzas públicas como nunca antes. Ha reducido en términos porcentuales la pobreza. Ha mantenido a raya a los grupos violentos. Sin embargo, a pesar de estos y muchos otros logros, el pueblo peruano desechó la opción de Lourdes Flores, la candidata más cercana al pensamiento del actual presidente, Alejandro Toledo, y optó por elevar a la cumbre a Humala y a García. Terrible escogencia.

Teodoro tendría que ser el candidato unitario de la oposición. Además de su experiencia y equipo, es un hombre de palabra fácil y talento agudo, que no se arredraría frente a esa turbina impulsada por petrodólares que es el jefe del bolivarianismo. Teodoro posee las condiciones para darle un parao a las insolencias del caudillo. Su solvencia moral y su enorme autoridad adquirida en escenarios tan diversos como la clandestinidad, la cárcel, la dirección de un partido y el Gobierno, lo califican para colocarse por encima de un montonero que disfruta agrediendo y descalificando a sus adversarios. Para Chávez podría ser mortal utilizar con Teodoro el estilacho pendenciero y sobraote al que recurre usualmente cuando se refiere a sus contrincantes. El país esperaría con expectación un careo televisivo entre los dos abanderados. Chávez tratando de explicar por qué siete años de bonanza petrolera no se han traducido más que en pobreza, exclusión y ayuda al extranjero, especialmente a Cuba, mientras Teodoro le propina certeros ganchos de izquierda sobre la mandíbula de mantequilla del presidente en trance de reelección. Con Teodoro, ¿aceptaría Chávez ir a uno o más debates televisados? Podría suceder lo que ocurre con los guapos de barrio: que huyen despavoridos cuando les sale un macho que los encara.

Su tránsito por el periodismo y su trabajo como comentarista en la televisión le ha permitido a Teodoro perfeccionar su visión global de los problemas nacionales e internacionales. A lo largo de estos últimos años ha adquirido destrezas y habilidades que antes no poseía o, al menos, no se le conocían. Como editorialista y conductor de un programa para la televisión, se ha visto obligado a monitorear la realidad venezolana y mundial. Puede opinar con propiedad, aunque no compartamos sus criterios, sobre los más diversos temas de la actualidad. No hay materia relevante en torno de la cual no se haya formado un juicio consistente: puede pasar con pasmosa facilidad de la guerra en Irak o Mercosur al tema de la inseguridad o al de las condiciones del sistema carcelario venezolano. Moverse con fluidez en estos distintos tableros es esencial, pues en ellos se desplaza con una buena dosis de irresponsabilidad el comandante. Este entrenamiento de estadista enciclopédico es vital en un país donde los medios radio eléctricos poseen una importancia tan decisiva en la formación de la opinión pública nacional, y frente a un adversario como Chávez, que no desperdicia un micrófono, ni una cámara de televisión (ni de fotografía), para ametrallar al país con declaraciones impertinentes sobre lo que ocurre en el globo terráqueo.

Teodoro, por supuesto, está obligado a vencer las resistencias que ofrece un electorado escéptico, que no cree en el CNE, ni en el conjunto de reglas leoninas impuestas por el gamonal de Barinas. Ahora bien, éste es el reto de cualquiera que pretenda disputarle a Chávez la presidencia. Es probable, incluso, que el comandante opte por estimular la abstención (nombrando un CNE parecido al actual, impidiendo depurar el REP, imponiendo las caza huellas, etc.) si sus consejeros cubanos le recomiendan que esa es la mejor alternativa para mantenerse como jefe de Estado. Si las tendencias totalitarias del régimen ceden y se logra realizar unos comicios suficientemente confiables y transparentes, alrededor de Teodoro es posible constituir una fuerza con la energía indispensable para obligar a Chávez a reconocer su derrota, en el caso de que esta en efecto se produzca. Petkoff cuenta con un reconocimiento nacional e internacional que el caudillo no podría ignorar ni pisotear a la hora de que el pueblo de forma masiva decida salir de la pesadilla chavista. Además, a lo largo de su vida Teodoro ha dado muestras de valentía y arrojo, atributos indispensables para inspirarle confianza a un electorado tan desconfiado como el venezolano, y ante un proceso tan complejo como será el que culmine en las elecciones del próximo 3 de diciembre.

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