Opinión Nacional

Todo el poder para…

A raíz de las investigaciones sobre los atentados de marzo de 2004 en Madrid, Brandon Mayfield, un abogado que ejerce el Derecho Familiar en Portland, E.U.A., fue acusado de terrorista con base en el Acta Patriota. Sus derechos fueron sistemática y minuciosamente pisoteados por los organismos de seguridad de su país, escudados tras la “Guerra contra el terror” emprendida por el presidente GW Bush. Mayfield ya logró un jugoso arreglo económico compensatorio, que llegó con las disculpas del FBI. A pesar de eso, y a partir de que un juez federal declaró inconstitucionales las provisiones usadas por el gobierno para actuar en su contra, va a iniciar una batalla legal para evitar que usen la información confidencial, sobre él y sus clientes, que fue obtenida durante los procedimientos ilegales.

En estos momentos ¿hay un juez en Venezuela que se atreva a tomar una decisión en contra de los intereses o los deseos del presidente Chávez? Encontrarlo podría ser el tema de un “reality show” que tendría mucha audiencia, pocos participantes y seguramente no se llamaría “Sobreviviente”.

Durante sus casi nueve años en el poder (me cuesta llamarlo gobierno), el presidente Chávez ha demostrado una avidez obsesiva por el control absoluto y ninguna justificación para tenerlo. En lugar de resultados positivos tiene “proclamadores” que repiten descripciones de la “realidad” oficial. Pero son demasiadas las demostraciones de incompetencia y escasísima capacidad para controlar a su gente y controlarse a sí mismo como para creerle el cuento del disciplinado y eficiente semidiós militar.

El daltonismo condicional es la norma de un personaje que para todo tiene dos o más éticas, morales, y juegos de principios. Al Presidente le molesta el terrorismo de gente como Posada Carriles, no el de Ilich Ramírez, las FARC o la ETA. Se muestra indignado por el enriquecimiento escandaloso de sus colaboradores pero sólo lo nota cuando empiezan a pelear entre sí, se ponen impertinentes o surgen protestas por su exhibicionismo descarado. Entonces sermonea sobre la humildad revolucionaria, vistiendo uno (¿cuántos serán ya? ¿400?) de sus lujosos trajes hechos a la medida o sus guayaberas blindadas de 2.500 dólares. El dedo recriminador está respaldado por un reloj de 7.000 dólares que adorna su muñeca. Se declara profundamente anti-imperialista pero dice admirar a la URSS y a China y trata a Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa como si fueran los gerentes de sus franquicias de MarxDonald’s. En Bolivia ya queman nuestra bandera, equiparándonos con imperios de mucha trayectoria, y, mientras el Presidente respetuosa e inconsultamente amenaza con convertir a ese país en “el Vietnam de las ametralladoras”, militares venezolanos se ven “casualmente” envueltos en la toma del aeropuerto de Santa Cruz.

La propuesta de nueva Constitución, que el Presidente y los suyos con habitual descaro llaman “reforma”, debería preocupar hasta a los chavistas más incondicionales. Si fuera cierta la fábula oficial que pinta a Chávez como un hombre de inteligencia y visión sobrehumanas y al resto del país compuesto por gente como el Fiscal General, el Defensor del Pueblo, los Honorables Diputados del Parlamento, los ministritos que sustentan arbitrariedades con un “No, porque no” o disfrazan incompetencias con estadísticas risibles, o miembros de una oposición que jamás logra nada importante, sería más grave aún que se aprobara. Si la diferencia entre el Sol (como lo llamó uno de los adulantes profesionales que engordamos en la Asamblea Nacional) y el resto de los venezolanos es tan abismal, en caso de que el Ser Superior tropezase con un virus mortal, una enfermedad incapacitante o un pedazo de kryptonita, su indigno sucesor heredaría un poder infinitamente por encima de sus capacidades. ¿Podría alguno de nosotros, simples mortales que en casos vergonzosos ni ex militares somos, con semejante carga? Si es verdad que “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente” ¿quién, aparte de Chávez, sería capaz de manejarlo sin contaminarse? ¿Qué sería del país con esa constitución en las manos equivocadas? ¿Es cada siglo o cada generación que nace alguien de semejante estatura?
Respecto al principal producto de su larguísimo “infommercial”, ni siquiera los genios internacionales invitados, quienes por años estudiaron y “hablablablaron” del socialismo en sus respectivos países, han logrado definir qué es el Socialismo del Siglo XXI al que nos quieren arrastrar. ¿Cómo seguiríamos la ruta socialista hacia la felicidad general y eterna sin contar con Chávez como GPS?
La misma Providencia que nos ha enviado al Líder Inmaculado y Omnisciente podría quitárnoslo en el momento menos pensado; después de todo, hasta Simón Bolívar, Stalin y Mao murieron. Por tanto, quienes estén convencidos de que es conveniente una constitución en la que al presidente no lo controle nada ni nadie, hagan el ejercicio de imaginar a los otros dirigentes conocidos ejerciendo el cargo. Con adulantes y todo.

Escalofriante ¿no es cierto?

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