Opinión Nacional

Un granito de arena

En estos tiempos de tanto arraigo material mucha gente piensa en lo grave y preocupante de la situación mundial en cuanto a lo económico y se olvidan casi por completo de lo importante que es sobreponerse a la adversidad y sacar de nuestro interior lo mejor que tenemos como individuos para ponerlo al servicio de los demás sin esperar que alguna institución o persona lo haga por nosotros. He querido compartir hoy con ustedes unas muy breves reflexiones de un ser humano extraordinario como lo fue el médico, filósofo y músico alsaciano Albert Schweitzer(1875-1965), premio nobel de la paz 1952, que al momento vienen muy al caso. Nuestro ilustre personaje afirmaba que todos podemos ser ricos en afecto y en generosidad, que la asistencia social organizada es, desde luego, necesaria; pero deja vacíos que la iniciativa individual debe llenar con su poderosa comprensión. No podemos ahogar la voz de nuestra consciencia diciéndonos que ahí están las instituciones de beneficencia y el gobierno para socorrer a los necesitados. Por eso, no hay lugar para rehuir la responsabilidad con el necesitado alegando que el estado hará por él cuanto sea preciso. Esta profunda afirmación de Schweitzer en 1950 nos deja impactados, pues a más de 50 años vemos que el mundo y hasta nosotros mismos no hemos cambiado lo suficiente y tal vez esto es una de las tragedias de nuestro tiempo que todavía existan individuos que piensan y actúan de esta manera. Ahora observamos hasta en el mismo hogar que los hijos están llegando a considerar que no tienen obligación de cuidar a sus padres en la ancianidad. Deshumanizar el cumplimiento de este y otros deberes es un gran error porque suprime el principio afectivo que es la base fundamental del progreso individual y hasta de la misma civilización. Ser solidarios y benignos con los más débiles fortalece nuestro corazón ante la vida y nos nutre el alma. Sean cuales fueren los dones que hayamos recibido en mayor abundancia que la generosidad: salud, talento, aptitudes, buen éxito, infancia venturosa, hogar bien avenido; guardémonos de creernos merecedores de ellos. En agradecimiento a tales favores de la suerte o del destino impongámonos algunos sacrificios en bien y por respeto a nuestros semejantes penetrando por esos angostos y escondidos senderos de la afectividad y de la solidaridad en donde muchas veces no llegan la ayuda o el auxilio social de las organizaciones o del gobierno. Venezuela ni la humanidad cambiarán por los grandes planes o proyectos que adelantan los estados, cambiarán sólo por los pequeños detalles y buenas acciones de la gente común y corriente que los conformamos; pongamos entonces nuestro granito de arena.

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