Opinión Nacional

Una cacerola vacía suena mejor

Difícil concentrarse en la escritura con al cacerolazo que estoy escuchando, pero debo enviar el artículo en las próximas horas. Ayer, igual, mis vecinos, como millones de venezolanos golpean con energía ollas y sartenes. Son dos las protestas, la primera es contra el abuso que se transforma en fraude e irrespeto a la voluntad popular. La otra, practicada en otras latitudes, tiene que ver con la escasez y la implacable inflación en los alimentos. Las leyes de la física establecen que una cacerola vacía al ser golpeada genera más decibeles que una llena.

Estos cacerolazos tienen más energía que las del pasado. Ayer el concierto duró una hora completa y el de hoy parece que se va a prolongar bastante. Hay un nuevo liderazgo en la oposición y una sordera impresionante en el Gobierno. Los discursos, declaraciones y actitudes muestran la agresividad que genera el temor. «La cosa se está poniendo fea» dice un asesor inteligente a los ministros de la economía. «Tanto, mi hermano, que están preocupados en La Habana y hay que consultarles qué hacer, porque por este camino la crisis es inevitable y allá esperan su cuota».

Necesita alimentos

No importa, responde el Monje, la revolución necesita ser alimentada con pobres y al ritmo actual, tarde o temprano nos fortaleceremos, ya que la comida es cada día más costosa, fallan algunos medicamentos y el camino hacia el comunismo es cada día más claro. «No me parece, compañero, ¿acaso no viste que los votos del Partido Comunista de Venezuela (PCV) fueron como 200.000 menos que cuando Chávez?». No importa, responde el Monje pensando que en Nicaragua cuanto más hambre había, más votos recibían los sandinistas a pesar de las largas colas para acceder a los paquetes con arroz y frijoles que venían de la ayuda europea o las caravanas de evangélicos norteamericanos que trataban de echarle una mano al pueblo hambriento.»Viejo, entiende que la gente se cansa y los dólares del petróleo no alcanzan, tenemos que dialogar, hay que buscar modos de mantener el discurso revolucionario y aumentar la producción. Eso hizo el PRI en México y conservó el poder». No, dice el Monje, tenemos que ser firmes, asienten tres ministros con poca convicción porque ellos, también escuchan los cacerolazos.

Hablan con Maduro para decidir qué hacer. Él responde que va a pensar y consultar porque la cosa no resultó como le contaron. ¿Cómo es eso que después de 14 años, 7,2 millones de venezolanos, más aquellos que le pillaron el voto, sean de extrema derecha, pitiyanquis, magnicidas, saboteadores, burguesitos y apátridas al mismo tiempo? Suena el teléfono, es Lula, otra vez, fastidioso, con sus consejos de cómo gobernar. Timbra el de color rojo y Raúl dice: «Mi sangre, arregla tu negocio porque a mí no me vas a dejar sin pesos».

Sigue sonando el teléfono y con un ruido de cacerolas como fondo, el empresario boliburgués más importante le dice algo parecido a lo de Lula, mientras por el otro lado escucha un grito: ¡¡Dale duro, Maduro, todos a la cárcel!!

 

 

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