Opinión Nacional

Una nueva oportunidad para AD

Acción Democrática es un partido que, como premonitoriamente señalaron  sus fundadores, nació para hacer historia, y así lo ha hecho durante sus mas de 60 años de actividad. Igualmente ha sido un partido que se crece ante las dificultades y se metió tanto en la sociología del venezolano que se puede decir que es parte del pueblo mismo. Sin embargo a partir de 1998, por decisiones desacertadas de sus máximos dirigentes y errores cometidos por sus últimos gobiernos, su presencia e importancia en el plano político nacional se ha visto mermada y ha venido padeciendo el síndrome de culpabilidad, al punto que lo ha convertido en un partido timorato, indeciso y lento en la toma de decisiones y en el análisis de la situación política actual, lo que le ha ocasionado ir perdiendo capacidad de convocatoria y lo más valioso de su capital humano, su dirigencia de base. Aun cuando sigue siendo el principal partido de oposición y el único que realmente pueda todavía, exclusión hecha del partido oficialista, mover masas, ha dejado pasar oportunidades importantes que le hubiesen permitido asumir plenamente el liderazgo de la disidencia a este régimen que nos conduce indefectiblemente hacia una dictadura militar comunista.       

Innumerables han sido los momentos y situaciones en los cuales Acción Democrática ha podido asumir ese liderazgo que a gritos pide la sociedad civil venezolana. Si bien es cierto que esa misma sociedad civil compró, sin beneficio de inventarios, la matriz de opinión que se venía construyendo desde antes de Chávez, que en buena medida llevó a éste al poder, y que el propio comandante felón la ha potenciado referente a la estigmatización de los partidos políticos, de no querer nada con ellos y con sus dirigentes, de tenerlos casi como leprosos, no es menos cierto que cuando las cosas se han puesto difíciles el paño de lágrimas o por lo menos la esperanza, aun cuando no sea en forma abierta, han sido puestas  en los partidos y en especial Acción Democrática. También es cierto que en alguna medida ha habido respuestas, pero no con la contundencia, eficiencia y eficacia que se esperaba, más bien en forma epiléptica, para caer nuevamente en la indecisión y la confusión. Una hipótesis que se maneja con relación a esa postura de la dirigencia de la oposición es la falta de una definición acertada de qué es lo que está ocurriendo en el país, quién es el teniente coronel Chávez, qué persigue su gobierno y a donde nos lleva éste es decir, no se ha logrado una definición precisa del problema, paso previo e indispensable para poder resolverlo. Probablemente la cultura democrática desarrollada en casi medio siglo ha hecho que se siga pensando que estamos ante un gobierno malo, corrupto, ineficiente, demagogo, populista, que de suyo lo es, pero democrático y en consecuencia bajo esa optima se toman las decisiones para hacerle oposición.

El propio teniente coronel se ha encargado en las últimas semanas de abrirle los ojos a todo el mundo, a gritarlo a los cuatro vientos. Ya su gobierno no solo está embarcado en la lucha contra el liberalismo salvaje y el imperio, sino que es contra el capitalismo y todo lo que ello implica. Somos Socialistas y hacía allá vamos ha dicho; Ese socialismo al que ahora apunta el proceso es el del paso previo al comunismo, el que existió en la extinta URSS y en las democracias populares del Este, el de la actual Corea del Norte pero fundamentalmente el existente en Cuba. Si se da por cierta esta premisa y los hechos dan fe de que el comandante habla en serio y la revolución no tan solo es bonita y bolivariana sino socialista, se debe revisar a fondo la forma de como se ha venido haciendo oposición. Ya se sabe entonces que este régimen no va a jugar con las reglas de la democracia. En los sistemas de gobierno socialistas, al etilo ya señalado, o no hay elecciones o las elecciones son solo para designar autoridades del partido único y la asamblea de ese partido único elige a las autoridades del país. Y la máxima autoridad siempre es alguien permanente, en mas de los casos, vitalicia. ¿Será muy difícil que la dirigencia de oposición entienda esto y actúe en consecuencia? La democracia es un sistema que acepta hasta sus propios  detractores pero en ningún caso puede aceptar que, a nombre de ella misma, se le destruya.     

     

Las circunstancias políticas nuevamente le brindan a Acción Democrática la oportunidad de liderar a la oposición para combatir a este régimen militarista-fidelista, pero para combatirlo usando todas las herramientas que la propia Constitución vigente da. La historia de AD está llena de momentos y situaciones en donde su dirigencia ha tenido que darlo todo y correr los riesgos necesarios para salvar la democracia y evitar la ruina del país. Mientras la revolución comunista dice avanzar a paso de vencedores, la revolución democrática, la verdadera, debe decir adelante a luchar milicianos.

 

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