¿Votar o resistir?
Mientras la oposición se debate entre votar o no votar, el gobierno sigue adelante con sus planes de dar un «golpe de estado» constitucional. Muchos líderes de la oposición se confrontan por una u otra alternativa, dando excelentes argumentos para cada opción, pero pasan por alto que estas divisiones son las que hacen fuerte a un gobierno que por primera vez, según las encuestas, está perdiendo frente a las fuerzas democráticas.
El llamado a la unidad es un grito constante, pero la unidad es elusiva, no se decreta y se requiere mucha entereza para renunciar a unos cuantos seguidores por un fin mayor. Las partes asumen que ceder ahora es entregar la opción de poder a futuro, cuando la historia cuenta tantos hechos que contradicen esas ansias de liderazgo. Pero quizás así es el género humano y más que la razón se requiere un liderazgo mayor que arrope y succione al resto. Pero aún no hemos llegado a esto.
La lógica, que es arisca incluso con los historiadores, nos dice que en parte esas divisiones vienen de un diagnostico errado de la situación. De una confusión, de análisis imprecisos o simplemente de visiones distintas de la realidad.
En nuestro caso un grupo de venezolanos basados en la lógica jurídica nos informa que es inconstitucional la forma de adoptar los cambios de la Carta Magna y argumenta que ir a un proceso refrendario sería convalidar un fraude constitucional; además de que no confían, con razón, en el árbitro electoral. Mientras otros desde una lógica política nos dicen que esta es una confrontación de fuerzas y que el voto es un instrumento democrático que hay que utilizar. Y en este debate argumentos vienen y argumentos van, creando edificaciones lógicas donde se atrincheran los bandos.
Si se tiene la visión de que «golpe de estado» es un grupo de militares que tratan de asir el poder por la fuerza, o si es la de la Real Academia de la Lengua que nos dice que es la «actuación violenta y rápida, generalmente por fuerzas militares o rebeldes, por la que un grupo determinado se apodera o intenta apoderarse de los resortes del gobierno de un Estado, desplazando a las autoridades existentes», hay que pensarlo de nuevo. No es la primera vez que militares imponen un modelo político desde una posición de poder, a la cual accedieron por vía electoral. Sólo hay que recordar a Hitler.
El problema no es votar o no votar sino cuales son las opciones que existen frente al «golpe de estado» que se está fraguando y que se concretará una vez el CNE refrende la nueva constitución. La pregunta es ¿Que hacer antes y después de que se concrete el golpe?
En general la Constitución vigente prevé en sus artículos 333 y 350, que se debe hacer. El primero de ellos nos habla del » deber [ciudadano] de colaborar en el restablecimiento de [la]…vigencia» de la actual Constitución y el segundo establece que «el pueblo de Venezuela…desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos».
Sin embargo está en manos de los dirigentes demócratas definir las estrategias de lucha que permitan evitar el cambio o eventualmente la restitución de la constitución vigente. Se ha avanzado en la unidad al ir construyendo un discurso «anti-reforma» común, aunque aún falta mucho más. Pero en este esquema, votar o no votar, se convierte en un asunto de táctica política, en otra opción de lucha contra el golpe, pues antes y después del 2 de diciembre el tema es respectivamente como evitar y como resistir el «golpe de estado constitucional», que de nuevo Chávez intenta imponer sobre la Venezuela democrática. Por ahora, sería mejor dejar de acusarnos de colaboracionistas o insensatos, vendidos o fanáticos y comenzar a buscar los medios comunes para enfrentar y resistir el » golpe de estado constitucional» que se nos viene encima. En esto los estudiantes nos llevan un «morena».
