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Que nadie se quede atrás

Tres de cada diez sudamericanos no son ciudadanos del Mercosur. Por eso, tampoco serán beneficiarios del acuerdo Mercosur-Unión Europea (UE) que acaba de anunciarse. Hay que saludar que este acuerdo traiga enormes potencialidades económicas y facilite un comercio libre y amplio, pero también tener en cuenta que tres de cada diez ciudadanos del continente no podrán aprovecharlo.

De hecho, este acuerdo manifiesta otra vez las grandes desigualdades en términos de prosperidad e ingresos en Sudamérica. Países de rentas altas y economías crecientes como Brasil, Argentina y Uruguay (miembros del Mercosur) se encuentran en una fase distinta que, por ejemplo, Perú o Bolivia, que se identifican como países de renta media/baja o economías emergentes.

En ese contexto, no se debe olvidar que la Unión Europea lleva a cabo proyectos de cooperación al desarrollo en varios países en Sudamérica y en toda América Latina. Esas actividades no representan una contradicción con el acuerdo de libre comercio con el Mercosur, sino que se complementan y se dan la mano.

A través de sus proyectos de desarrollo en América Latina la Comisión Europea aspira a crear asociaciones y cooperaciones flexibles. Es decir, que colabora tanto con países de rentas más altas como con países de renta media o baja. Pero, por supuesto, se llevan a cabo diferentes medidas para asegurar que nadie se quede atrás (no-one is left behind). Principalmente, esos proyectos van dirigidos a fomentar la fuerza económica y fortalecer la responsabilidad propia de esos Estados a largo plazo. En el marco de una estrategia para, este programa regional de la UE está abierto a todos países de América Latina y tiene previsto gastar aproximadamente 925 millones euros en el periodo 2014-2020. El dinero viene del llamado Development Cooperation Instrument (DCI). Además, existen programas de cooperación bilaterales con Bolivia, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay, financiados por el DCI y el European Development Fund (EDF).

El caso de Paraguay ilustra muy bien la realidad de Sudamérica: es un país de enormes desigualdades en términos de prosperidad, donde una gran parte de la ciudadanía se queda atrás aunque la economía está creciendo constantemente. Paraguay es miembro del Mercosur, pero eso no significa que ya cuente con una economía robusta de la que todos los ciudadanos se beneficien. Por eso, la UE y Paraguay tienen en conjunto programas de cooperación al desarrollo, que buscan este país esté mejor preparado para el futuro. En otros casos, como Brasil, existen programas conjuntos con la UE, especialmente para el women empowerment (fortalecimiento de los derechos de la mujer) y el fortalecimiento de la sociedad civil.

Otro ejemplo de un proyecto realizado en conjunto con la UE es el apoyo a la reincorporación de excombatientes de las FARC en Colombia. En mayo de 2018 la Comisión Europea celebró un contrato con el presidente colombiano para este proyecto, por 15 millones de euros a través del Trust Fund (fondo fiduciario) de la UE. Las actividades comenzaron en Bogotá en agosto de 2018. Con este proyecto se consigue el mantenimiento de la paz dentro del país. De esta manera, se crean las condiciones para un desarrollo estable y un futuro seguro para los colombianos.

Estos dos casos son la prueba de que la cooperación al desarrollo realizada por la UE en América Latina y los acuerdos de libre comercio no se excluyen, sino que se completan.

A fin de cuentas, el acuerdo Mercosur-UE es una gran oportunidad para los 275 millones de habitantes en Sudamérica y para los 500 millones de ciudadanos europeos. Pero no debemos perder de vista a los países que no serán beneficarios de este acuerdo. Y tampoco olvidar los desafíos a los que muchos ciudadanos en América Latina, incluso en los Estados miembros del Mercosur, enfrentan día tras día. Por eso, la cooperación al desarrollo es un componente importante para el futuro. Para que nadie quede atrás. Tampoco los tres de cada diez sudamericanos.

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