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Un cero a la izquierda

Brian Fincheltub

Año 2007, el fallecido presidente anunciaba una reconversión monetaria que vendría a eliminar tres ceros a nuestra moneda nacional, que con nuevo diseño y denominación pasaría a llamarse “bolívar fuerte”. Ese año la inflación cerraba a 20% y el dólar paralelo a un promedio de cuatro mil bolívares de los viejos, entiéndase 4 bolívares fuertes. La propaganda oficial prometía una Venezuela “potencia”, con gente saliendo de los supermercados con las bolsas llenas al grito de “aquí si hay fuerza”. Los nuevos y coloridos billetes comenzaron a inundar las calles a partir de 2008, con lapas y otros animalitos que adornaban su imprenta. El desastre ya había comenzado pero sería tapado con una lluvia de dólares provenientes de los exorbitantes precios del petróleo y la ilusión de una nueva Venezuela saudita que tendría su expresión más representativa en el auge del cadivismo, de los viajes y los electrodomésticos subsidiados.

Diez años después nos damos cuenta que no éramos Arabia sino Zimbabue, nuestro país lleva años recogiendo los frutos del llamado “legado” y padeciendo cada ”medida económica” de sus herederos, que por dogmatismo o cobardía no han tomado una sola decisión que se traduzca en resultados positivos para nuestra nación. Los dogmáticos dirán que reformar es traicionar, por eso aunque citen frases de Albert Einstein donde este decía que no se podían esperar resultados diferentes si siempre se hacía lo mismo, la verdad es que desde el 2013 lo único que han hecho es repetir la receta de fracaso que nos sumergió en la más profunda miseria y ruina de nuestra historia.

Eliminar cinco, ocho, doce ceros al bolívar no solucionará nada, como no lo hizo en 2008, todo lo contrario, para pesar de millones de venezolanos, profundizará el estado de catástrofe económica que impera actualmente. El pronóstico de una inflación de 1.000.000% tiene pocos precedentes en la historia mundial, pero donde ocurrió hubo que hacer reformas significativas, aquí lo que vemos es la reproducción del mal una y otra vez, como si no sintieran esta tierra como suya, como si no sintieran un mínimo de dolor por su gente, como si su misión fuese solo destruir sin dejar nada en pie.

Nadie habla de recuperar la producción nacional, de eliminar los controles que han estrangulado la economía, nadie habla de asistir a quienes pagan con sus vidas la crisis humanitaria. Lo único que sabemos es que anclarán el bolívar a una moneda que no existe, que a su vez está anclada a unas reservas que no pueden ser transadas no solo porque la constitución lo impide, sino también su propia incapacidad. Es la Venezuela del surrealismo mágico, nada pasa y todo puede pasar.

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