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Micro diario: Entre Fronteras

La semilla más antigua enterradas en el jardín de mi memoria son imágenes de un encuentro familiar en Azcapotzalco en los Jardines de Azpetía, serían los primeros años de los setenta, ya que  un papel amarillento por el tiempo en unos caracteres y no cráteres de antaño,   escritos en una vieja máquina de escribir que no sería  analógica sino movida por el impulso mecánico de los dedos y las manos de un obstinado oficinista,  debió haber hecho un ruido ensordecedor que imagino que fue como música para E. Hemingway cuando escribió ¿Por quien doblan las Campanas? La cinta del carrete hizo  que los colores de las letras fueran irregulares por la fuerza que le daban los arrugados dedos al negro teclado y cada palabra al juntarse y separarse imprimieron en  caracteres  “Nacido en México el 29 de enero de 1954, a las 4.30 pm, así descubrí que vine a la luz entre bombillos de neón en un quirófano de la ciudad de Guadalajara por lo que soy un mero charro como se diría, nada más lejano a mis aspiraciones que estar disfrazado con ese incomodo trajeada de tela bordada, y por muy mejicano que les parezca a sus nacionales es de inspiración española como debe ser, aunque nos cuesta mucho  a los chilangos reconocerlo, pues guardamos un profundo rencor a los iberos y  tenemos que pasar la mitad de la vida para sacudirnos del alma tan pernicioso sentimiento, que también lo sentimos hacia los que apodamos greengos despectivamente y en el  fondo los admiramos, solo el tiempo  permite aclarar esos ambiguos sentimientos. Pero me aleje mucho de esas imágenes sembradas en las capas profundo  de mi mente, eso siento, aunque sea una metáfora, pues no se en que sitio del cerebro están solo se que están. En esos fotogramas de vivencias, me encuentro acurrucado como escondido debajo de una mesa, veo a la vez los pies y a los jugadores de cartas son mi venadita, chinto, María de Jesús Mendoza y chela, conversan y ríen como una bella familia que son, quedaron atrás los malos recuerdos en los internados de la capital, pagados por Lázaro Cárdenas al morir el abuelo del que ni siquiera recuerdo el nombre, pues no lo oí nunca,  al pensar sobre esa noche en que los Cristeros quemaron la finca familiar por ser  el cartero del gobierno que había ido a dar un mensaje a Lázaro, no el resucitado, si no el  Lázaro que fue  presidente  de México, y  por cierto no era amante  de las iglesias; oí  otra versión  de aquella noche, que  fue igualmente contada por la musical voz del tío chinto ente sueños por el querido  héroe de nuestra familia materna en una noche de los noventa  sentados alrededor de  una mesa de madera, con un transparente y limpio vidrio para proteger su veteado, contaba que la abuela María de Jesús se monto en un carreta con un bojote de hijos entre los que estaba mi madre nacida  en un lejano pueblo de Michoacán movida por una cansina mula tras desenterrar los pocos pesos que habían logrado ahorrar el abuelo y padre de esa muchachada era el jefe municipal del pueblo,  y había sido fusilado con su hermano y su hijo mayor por los cristeros, y la abuela con los pocos avíos que había logrado embojotar se fue a ciudad de México, no a través de una moderna carretera, ni en caminos de  piedras sino sobre caminos apenas abiertos entre montes,  fueron días y semas de viaje, debió ser toda una épica llegar a ciudad de México y pedir una cita con el presidente en el Palacio de Gobierno en el Zócalo vestida  con rebozo negro como los que visten las viudas de Pedro Páramo, más por temor que por respeto le dieron puerta abierta al despacho  les recordó  que Licea (profetizaba sin quererlo el futuro de su nieto como amante de Sócrates)el acribillado a balas  que nombre tenía el abuelo, no se atrevió  a nombrarlo por respeto al finado. A diferencia de mi abuelo paterno el ahogado, perdón abogado Antonio Planchart Hernández, nacido en el Estado Anzoátegui en lechería, limpiabotas en su niñez, regresando  de la tropical Venezuela al altivo Méjico con jota, pues así se escriben en mis recuerdos, a pesar de los libros de Tibol para explicarnos por que  es  x y no con j, mis recuerdos no se dejaron convencer por sus tensas disgregaciones. En Méjico cerca de la casa de los azulejos  donde vi  a Octavio Paz almorzar en una asoleado mañana  de Enero sin las enojosas nubes de smog. Entro al palacio de gobierno (entre los murales de D. Rivera) María de Jesús como un viento de San Luis de Potosí seco y con mucha fuerza, la profundidad de su voz fue lo que más impresiono a la guardia y luego a los secretarios el trajeado presidente esa impresión le dio entrada franca.  Entro sin querer sentarse a tomar un trago de mezcal que le ofrecieron y menos quiso la refrescante agua de Jamaica.

– ¿Vengo a que cumpla con su deber?

Tuve que dejar teclear el MacBook blanco sin  una tecla, al oír una incomprensible voz traída por el viento salí al jardín y en el muro había unos paquetes de comida, los había dejado  mi vecino, por la cuarenta no por la peste sino por el virus chino, no porque fuera hecho por los orientales sino de allá  proviene la causa no lo se, son especulaciones hay como siempre muchas desde la teoría más jalada de los cabellos hasta la más lógica, a fin de cuentas todas son especulaciones la verdad dura es que esta aquí y no es el siglo XII, ni principios de XX sino estamos en el virtual siglo XXI, aquí  usando  palabras de reminiscencias medievales de otra pandemia que duro siglos en Europa y que no llego al Nuevo Mundo porque no existía rutas comerciales para euro oriente. En los mapas de la época  que erran más fabulaciones que realidades, como las que hacemos nosotros sobre el espacio sideral en las innumerables pelis y series. La  Pandemia fue en gran parte  responsable de acabar con la sociedad feudal para transformarla  completamente.  En las bolsas plásticas estaban apretujados los vegetales, la intragable mortadela de pollo, entre tomates cebollas ajíes dulces para el arroz…al entrar las ubique en el umbral de la puerta, tras cerrarla las rocie con cloro y agua, para dejarla ahí hasta que lleve los productos al fregadero para lavar uno a uno cada vegetal, incluso los paquetes de productos industriales. Paradójicamente traídos todos de China como el virus, que casualidad diría  alguien con un humor  acido.  Tras lavarme las manos, volví a sentarme y empecé a escribir sobre el blanco teclado estas palabras, que posiblemente nadie lea…son escritas solo para llenar la vaciedad del tiempo y dejarlo pasar sin desgarrarme el Ser.

Volviendo al despacho de Lázaro Cárdenas, quedo muy sorprendido por el rebozo que envolvía el frágil cuerpo que relataba como habían fusilado a su esposa por ser un burócrata más del gobierno y habían incendiado el  rancho con cimientos y todo, y los granos de maíz de las mazorcas de maíz blanco y amarillo no se volvieron ni pozole ni cotufas sino cenizas al ser devorados por el fuego. Su relato era vivido y lo siente en su piel el presidente la milpa devoradora por fuego y no se podía explicar como aquella envejecida mujer por el dolor había parido tantos hijos y soportar aquello con tanto orgullo y  altivez, aun se veían rastros de su antigua belleza en aquel ajado rostro. Y que podía hacer  por tan agudo dolor, no pedía limosnas sino educación para sus nutrida prole y trabajo para ella. Esto la diferencia de los cientos de pedigüeños que pasaban por su despacho, ante esto quedo impresionado cuando rechazo los pesos de plata que le iba dar, y le dijo con mucha educación pero con vehemencia:

Lázaro no se confunda, quiero labrar los surcos de mi vida y  mis hijos labren la suya, se lo repito solo deseo educación para ellos y trabajo  se cocinar muy bien y con la aguja soy capaz de hacer desde un deslumbrante traje de charro hasta bragas de trabajador, quiero hacer y no recibir. Esto dejo a Lázaro pensativo, que podía hacer él, varios maestros de los mejores internados de la ciudad habían estado conversando con él -le respondio,- bueno dele en que internados desea enviar a sus hijos, el Estado le va dar la educación y usted puede ser maestre de laboriosos trabajos, si sabe hacer un traje de charro también sabrá tejer rebozos. Así empezó a trabajar por años como maestra de corte y costura.

Hecho donde quiera puede enseñar necesitamos mujeres laboriosas y no pedigüeñas como usted. Esas palabras señalaron su destino, cada uno de sus hijos se fue al internado y ella empezó a trabajar como maestra de costura en destartalados talleres…Y así comenzó su nueva vida…

Aquí estoy tratando de armar esa historia, que infructosamente transcurre el tiempo, estoy en la falda de la cordilera de la costa, entre matas de mango y fuerte brisa. El ermitaño que soy se convierto en destino al obligarme a no salir de esta roca de seguridad por la cuarentena. El tiempo transcurre lentamente como gotas de agua de un aljibe. Había uno en la cada de los vuelos en Santa Rosalia que fue la mía tambén durante mucho tiempo, elalgibe estaba en el fondo de la casa en lo que llamaban el corral en una jaula de madera solo subía a esos rincones de la casa mamá a fregar la ropa y ponerla secarr entre placas de zincc, mientras jugaba entre gallinasa, morrocoyes y hormigas. El agua se filtraba gokta a  gota, y caía en una vasija de barro cocido y curado, para mantenrse fresca. Junto a ella había  tazas de peltre para servirse, recerdo que aquella sabía a gloria, nuca mlas agua tan feesca a pesa® de las modernas neveras, junta llego la lavadora de rodillos, veá como se esrpirimia la ropsa entre rodillos de goma, y salía tiesa para caer en manos de mamá, que la sucudia para colgarla en el patio, así pasabmaos tardes y días enteros. Era la casa una isla con sus patios y muchos cuartos, los de arriba parecía celdas, y los de abajos apartamentos de lo grandes que eran y todos se comunicaban entre si. Mi principal juego, era abrir las puertas del comedor que daban a un gran patio que daba a la sala de netrada, para rodearlos con la bicicleta con botas de vaqueros y casco de caballero medieval, así dando vueltas y ensoñado pasaba las tardes. A mamá le gustaba que la acompañra hacer las compras, pero solo salía con espada al cinto, o las pistolas de plástico. Eso jueguetes me acercaban a mi uqerido mejico donde si me sentía libre entre charcos y una casa replegada sobre sí como un labarerinto, aquellos juguetes que compraba en la quincallas eran mi mayor afición el tarzan de plástico junto a su lleon, cuando los adquieria conlos pesos que para mi eran de plata, hoy no se d€ qu€ ralmnete eran. Entraba a las casa sobre listones de madera, porque había muchos charcos  po® la lluvia y al entrar había dentro de la casa un ranchon de madera que era mi fascinación lleno de libros, entrba escondido y pasaba horas viéndolos porque ni que eran no lo sabía. Entre ensoñacioens reocnytuía a un extraño personaje que vivia encuevado leyendo alumbrado por un  sucio bombillo del que emanaba  una marillenta luz, que contrastaba con los rayos de luz que se abrían paso por las grietas de madera, esas imágenes venía a mi, cuando estaba en la sala de entrada de la casa de Cristo a Isleños cuando me econdia durabtes horas a ver los arcoíris que nacian en la pare, al refeljar la luz que atravesaba la lámpara de cristal, eran para aparicines mágicas. Como iba saber que siglos átras en la cuarentena por la peste en una prestigiosa universidad inglesa Newton hizo lo mismo pero quería demostrar que era la luz, nunca se me hubiera ocurrido esa idea, pero Newton erra Newton y yo soy yo.

Fotografía: Irma Villalobos

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Un comentario

  1. Excelente relato de una muy pequeña parte de la historia familiar, felicidades primo, veremos de enriquecerlo, saludos!

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