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Acepto El Reto

Me llegó hace pocos días una carta que me preocupó mucho, enviada por un amigo a quien le tengo gran afecto. Él decía que el país está envuelto en una ola de pesimismo. Que hay una manera cínica de ver las cosas. «Esto se fue para el carrizo», «Venezuela no tiene remedio», dice la carta. Hemos llegado al punto en el cual los venezolanos no creen en nada ni en nadie. Ya no se aprecia ni el valor del trabajo, ni el valor de la familia, ni el valor de la educación, y mucho menos el valor de las instituciones, especialmente de todo lo que tiene que ver con política. Y, según ese amigo, está llegando el momento en el cual nada importa, cuando no habrá valores, ni habrá moral, ni habrá nada…

Pocos días después me llegó el documento de los trabajadores socialcristianos, donde me anunciaban su decisión de postularme como candidato a la Presidencia de la República. Un documento que me emocionó, que me conmovió profundamente, pero que también me preocupó bastante.

Como lo dije el sábado 17 de mayo en Valencia, reflexioné mucho sobre esta petición de mis amigos los trabajadores de Copei. Comencé a pensar en la tranquilidad en la que me encontraba en Pensamiento y Acción y en el Ifedec. Pensé en mi familia, en mi esposa y en los hijos, con los que estaba compartiendo más tiempo; pensé en mis dificultades, en mis errores, en mis derrotas… A lo mejor el cinismo y el pesimismo también habían comenzado a afectarme.

Pero entonces también pensé en el país, en los trabajadores socialcristianos que me lanzaron aquel día un reto lleno de coraje y valentía. Pensé en las venezolanas y en los venezolanos que luchan todos los días por llevar el pan a su casa y por darle una mejor vida a sus hijos; en los jóvenes que se esfuerzan todos los días por superarse y por encontrar un cupo o un trabajo.

Y pensé que los errores y las derrotas son superables y que la victoria no es tan difícil si uno lucha con fuerza, con voluntad y con mística por lo que uno cree. Entonces me di cuenta que el cinismo y el pesimismo son actitudes negativas, que corroen y destruyen nuestra confianza, y que eso no conviene a la Patria.

El terrible pesimismo de mi amigo, comparado con el gran entusiasmo y optimismo de los trabajadores de mi partido, me hizo tomar la decisión. Y acepté el reto. Sin más palabras, sin adornos, sin justificaciones llenas de retórica tradicional, dije ese 17 de mayo: Acepto el reto porque quiero ser Presidente.

Voy a ser Presidente porque quiero una Venezuela optimista. Voy a ser Presidente porque quiero que mi país tenga una esperanza. Voy a ser Presidente porque soy un hombre de voluntad y Venezuela necesita un hombre con voluntad.

Soy un hombre perseverante y constante, y Venezuela necesita un hombre perseverante y constante.

Me he preparado para gobernar y para ser la cabeza del Estado y Venezuela necesita un gobernante y un hombre de Estado.

No soy hombre de cálculos. Soy un hombre de pensamiento y, sobre todo, soy un hombre de acción. Y tengo el deber de demostrarlo.

Y cuando veo las otras opciones que se han presentado, creánme que mientras más las analizo, con respeto y consideración hacia todas ellas, más me convenzo de que no tengo otra alternativa que luchar y ganar.

Alianza con los trabajadores.

Ese día en Valencia, le propuse a los trabajadores de mi partido y a los trabajadores del país una alianza. Mi Alianza con los Trabajadores.

Quiero ser el Presidente de los Trabajadores, y les he planteado a Carlos Navarro, a Dagoberto González y a los líderes sindicales socialcristianos, que viajen conmigo por el país, caserío por caserío, pueblo por pueblo, ciudad por ciudad. Los trabajadores, que somos todos, los sectores populares, la clase media, ustedes que me leen a través de Internet, todos tenemos intereses laborales que son vitales para nosotros mismos, para nuestra familia y para el país. Todos queremos superarnos, ascender, y tener una vida mejor.

Declaracion de guerra.

El primer punto de mi Alianza con los Trabajadores es una Declaración de guerra a todo lo negativo y pesimista que está afectando a nuestra sociedad. Yo no quiero que mis hijos ni mis nietos sean seres indolentes ni indiferentes. Quiero gente comprometida con Venezuela.

Ese día, 17 de mayo, comenzó mi guerra, comenzó el combate por una Venezuela que marche sin complejos hacia el siglo XXI. Quiero ser el Presidente que lleve con éxito a Venezuela hacia el nuevo siglo.

Y esta declaración de guerra va dirigida en cinco frentes:

· Guerra al hambre. Al hambre que estamos viendo en nuestras calles. Al hambre que nos da rabia, porque nuestro país tiene tanta riqueza, tanto potencial, y hay ocho de cada diez venezolanos pasando hambre y miseria. Vamos a sanear nuestra economía, vamos a estimular la producción y la productividad, vamos a generar empleos con buenos sueldos y salarios, vamos a aprovechar la apertura petrolera para que se generen más negocios e industrias y hayan más fuentes de trabajo.

· Guerra al miedo. Todos hemos sido víctimas de los hampones y de la delincuencia. En nuestras familias, en las de ustedes y en la mía, siempre hay alguien que ha sido víctima del hampa… Más y mejores policías en las calles, más fuerza, más coraje. Guerra a los hampones y narcotraficantes… Guerra al miedo.

· Guerra a la ignorancia. Hay que reconstruir y revolucionar todo el sistema educativo de nuestro país. No es justo que en todas las pruebas y competencias educativas, Venezuela salga aplazada. El Preescolar, la educación básica y la educación ciudadana deben ser el eje de nuestra sociedad. Así como la educación para el trabajo debe estar dirigida a capacitar a los trabajadores en todos los oficios y disciplinas, para su superación personal y para mejorar la economía del país. Es a través de la educación que nos vamos a incorporar al siglo XXI. Tenemos que ser la nación mejor educada y mejor capacitada de América Latina. Esa es una de las razones más sentidas, más íntimas, más sínceras de la decisión de lucha, de esta declaración de guerra, que estoy lanzando hoy. Quiero dirigir un gobierno que haga de la Educación la prioridad nacional.

· Le declaro la Guerra al estatismo. El tamaño del Estado se nos fue de las manos, produciendo ineficiencia y despilfarro. Casi treinta ministros y no sé cuántos presidentes de institutos y empresas del Estado absorven recursos que deberían ir a la población. Es por eso que propongo un gabinete moderno, ágil, que tome decisiones y resuelva de verdad, con 7 ministros, que sean verdaderos hombres y mujeres de gobierno, con una visión de país. Y lo que se gasta en esa burocracia, que se invierta en generar empleo y en programas de capacitación para los trabajadores venezolanos, mis aliados en esta lucha.

· Guerra a la inseguridad jurídica y a la no administración de justicia. Considero que la reforma del Estado también debe comprender la reforma integral del Poder Judicial. Estimo que en el orden de la prioridades, la reforma judicial ocupe una relevante. No sólo por la circunstancia demostrada de la ineficiencia de los tribunales, de la cual la prueba está dada por los millares de procesados en espera de setencia; por la falta de idoneidad de muchos jueces y por la sospecha general de parcialidad y manipulación partidistas de algunos de ellos; por las denuncias públicas que en forma sucesiva se han ido haciendo sobre la existencia de una corrupción judicial más extendida de lo que suponíamos; y, sobre todo, la por la pérdida de la confianza en los jueces. La real fortaleza de una democracia que se base en un verdadero Estado de Derecho, radica en la existencia de un Poder Judicial que funcione en la práctica y en cuya independencia y eficacia tengan fe todos los ciudadanos.

· Guerra a la corrupción. Hay que acabar con el relajo moral. Se nos ha olvidado que la relación entre la política y la ética es la verdadera base de la República. No permitiré que siga el relajo de la corrupción. Los venezolanos no aguantan más frustraciones. Le declaro la guerra a los responsables del fracaso. Y en esta guerra que estoy declarando va a haber muchos perdedores. Van a perder todos aquellos que disfrutaron de privilegios en el pasado y que con su ambición y su falta de visión construyeron la crisis y destruyeron la esperanza. Van a perder todos aquellos que ganaron con el fracaso del país.

Quiero ser Presidente para hacer patria, porque estoy harto de los errores que hemos cometido.

Estoy harto.

Estoy harto de que seamos un país rico con gente pobre, de que tengamos un Estado millonario mientras el pueblo sufre de hambre y abandono. Estoy harto de que tengamos una educación mediocre. Estoy harto de que no haya trabajo. Estoy harto de que los salarios sean de hambre. Estoy harto de la inseguridad que se vive en nuestras calles y en nuestras fronteras. Estoy harto de los problemas de salud y de la incapacidad e ineficiencia de nuestros hospitales. Estoy harto de que sigamos de fracaso en fracaso.

Tenemos que luchar por la reconstrucción de Venezuela y por restaurar la confianza en nuestro país y en nosotros mismos. Tenemos que impulsar la esperanza.

Quiero unir al país y rescatar la seriedad de la politica.

Quiero unir al país. Voy a ser el Presidente de la unidad de todos los venezolanos. Estoy harto de pleitos inútiles en un ambiente de mediocridad. Quiero la unidad de todos los venezolanos detrás de un proyecto de modernización nacional.

Quiero, además, rescatar la seriedad y la dignidad de la política. Ser político es trabajar por el buen gobierno y por el bien común. La política del espectáculo nos ha hecho olvidar la esencia de lo que es un servidor público, de la esencia misma de la república: el buen gobierno y el bien común.

Sé que hemos cometido graves errores. Ha llegado la hora de decir la verdad. Copei tiene que ponerse en sintonía con el país, con los trabajadores, con las amas de casa, con los jóvenes. Quiero un Copei fuerte, unido y vigoroso.

Esa también es mi guerra, hacer de Copei el primer partido del país, así como voy a luchar por hacer de Venezuela el país más optimista de América Latina.

Este es mi proyecto, esta es mi visión del país. Vamos a llevar a Venezuela hacia siglo XXI, sin traumas y sin más fracasos.

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