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Manuel Mendive: Lo Sagrado en el Arte Afrocaribeño

Para el artista Manuel Mendive (1944), la cultura tradicional afrocaribeña se transforma en contemporaneidad. Cada una de sus creaciones están plenas de ensoñación, comunican al espectador emoción, presentimientos, temores tal como se evidencia en la obra “El Viaje, del 2009”. En él, la organicidad de las formas expresivas funde lo humano y lo animal con lo sobrenatural. La integración se hace patente entre los tres personajes en el interior del colorido bote que flota sobre aguas de pinceladas ondulantes. Cada uno posee un lenguaje gestual y simbólico propio. El del extremo derecho mira hacia el cielo-aire y se encuentra con peces, que representan divinidades protectoras que abrazan el horizonte con lo uránico. Los opuestos se unen, y con ello se genera la vida. Este sentido se refuerza con una de las categorías eje en la obra de este artista caribeño. Presente en los caracoles al transmitirle a su obra una connotación arquetipal telúrica y femenina, y cercana al arte adivinatorio tradicional propio de las religiones afrocaribeñas, donde la sincronicidad desde una perspectiva jungiana se convierte en destino.

La representación del surgimiento, multiplicidad y unión de las formas vivientes vinculadas a las espirituales están presentes en todas las obras del creador. Entre sus junglas brotan seres etéreos, solitarios con rostros en forma de semilla que miran hacia el suelo, que parecieran estar alimentándose de la energía de la tierra y del agua. Plenitud de seres que abarrotan el espacio, ecos del barroquismo caribeño, expresan la percepción de esta cosmovisión, de que no estamos solos, sino rodeados de ancestros y espíritus, para colaborar, ayudar, proteger y a veces obstruir el destino; ante la imposibilidad de incidir sobre la realidad como concreción histórica.

“Luz de Oro, 2009”, pintura plena de vitalidad y erotismo, a través de las uniones sexuales de seres fantásticos. Se está ante otro de sus temas: la sexualidad como impulso que permite a las especies subsistir, continuar, adaptarse y en la humanidad crear una selección estética a través de las concepciones del gusto. En los cuadros que poseen estas temáticas seres de diversas especies se unen sexualmente: mujeres poseídas por aves, hombres uniéndose a mariposas, falos convertidos en palmeras y a su vez acariciados por seres fantásticos. Pasión y desenfreno orgiástico se representan en las escenas, que unen la diversidad en un amoroso abrazo, donde se afirma la plenitud de la existencia.

Este sentido pareciera representarse también en el cuadro “La Ofrenda, 2010”, en el cual nos aproxima a la esencia de estos personajes y su cosmovisión. Seres que brotan de síntesis figurativas, entre fondos compuestos por manchas, a diferencia de su obra temprana donde predominan las monocromías, y las simetrías geométricas, que son ecos del arte naif caribeño; con el pasar del tiempo los fondos se hacen dinámicos, para crear colores emocionales, que semejan nebulosas cromáticas. En esta pintura, en uno de sus ángulos, pinta el artista un florero, como ofrenda a estos seres etéreos que aceptan, saborean y acarician las flores tal como lo haría un colibrí al chupar el néctar.

Los ojos de estos personajes están pintados frontalmente, y los rostros de perfil, recuerdan el arte egipcio. Cabría preguntarse ¿Existen relaciones entre la civilización egipcia y las culturas afro caribeñas? Paradójicamente si, pues esta civilización nació y se desarrolló en África, por africanos a pesar de la visión etnocentrica hollywoodense, que se niega aceptar esta realidad. En el caso de Mendive esta figuración está vinculada con la existencia dual y fragmentada, propia de la condición humana; que en el plano espiritual es superada por la unión y fusión de la realidad con este universo espiritual. De ahí que los rostros sean ambiguos, y mezclen lo humano con alas de insectos, semillas, conchas marinas.

Elementos propios de su sintaxis plástica son las alas de mariposas o aves, metáforas del vuelo espiritual que se da a través del mundo de los sueños, que nos pone en contacto con el mundo onírico de los ancestros. Cada pieza del artista es un mito creativo, donde los personajes con gestos, símbolos, y contrastes cromáticos, transmiten la noción al espectador de la realidad que cohabita a nuestro alrededor, inspirado en la visión del mundo Yoruba, y la espiritualidad propia de la Santería es una presencia palpable.

La empatía por la vida se refleja en sus obras, tal como ocurre en la “Floresta Mágica, 2011” donde expresa en su universo simbólico a través de la vegetación, árboles, aves, lagartijas y espíritus que conviven entrelazados. Cromáticamente no hay disonancias, todo fluye creando equilibrio. El eje simbólico de esta pintura y otras es el árbol con brazos y rostro, eje cósmico del que depende la vida.

En “Conversando II, 2011”, flujos de energía se fusionan para conjugarse en palpitaciones de vida. El espíritu ancestral central de tres brazos con rostro bifronte, cual Jano romano, deidad de las puertas, significa los comienzos y los finales. En este contexto pictórico se expresan el tiempo, el presente y el futuro como representación del carácter cíclico de esta cosmovisión. El personaje central de la obra en una de sus manos sostiene la cabeza de un pescado y en la otra su cuerpo, que tiene rasgos humanos. El cuadro está impregnado de una ambigüedad formal, que inspira al espectador a recrear y poetizar, arquetipos ancestrales que se continúan en la imaginación del otro.

Peces, aves y cabras integran otro conjunto de conversadores plenos de magicismo, en “Conversando, 2010”. De uno de los centros visuales en forma de cabra brota un personaje confrontado a dos peces. Es un conjunto surrealista con toques de humor y picardía, como la mujer de tres senos que es tocada en sus nalgas por un personaje cercano, que a su vez toca la mano de otro ser. Son contactos amorosos, entre fondos ocres que refuerza este sentimiento de fraternidad, donde seres diversos se acarician con gestos sensuales, entre una atmósfera erótica, que se refuerza por el fondo ocre que pareciera un fuego que no quema, y del que brota la vida.

En la obra “Luz y las Tinieblas, 2011”, se perciben fuertes tensiones entre lo diurno y lo nocturno. En la parte superior del cuadro, este conflicto pareciera superarse cuando un personaje de luz acaricia un plasma de seres andróginos, que hace alusión a la transición temporal y espacial del amanecer y el atardecer de la cual depende el día y la noche.
La obra de Mendive materializa la religiosidad afrocaribeña en formas, colores, volúmenes, en cuadros, esculturas, performance y textiles. Para alcanzar este logro transitó por la disciplina de la academia de arte, y el arduo trabajo de experimentación en el taller con materiales, y técnicas diversas. En soportes tan heterogéneos como la tela, el acero, y la madera. Pues dentro de la cultura material de las religiosidades afroamericanas conviven materiales orgánicos e inorgánicos, y uno de los rasgos del arte africano tradicional es la combinación de materiales tan diversos como la madera, el textil, conchas, creando piezas rituales y decorativas estructuradas como ensamblajes.

Esta figuración se caracteriza por seres etéreos, habitantes de universos paralelos a la realidad. Estas formas, a pesar de ser estáticas, hieráticas, se transfiguran cual plasma vital, generando un movimiento potencial debido a sus rasgos híbridos. El espectador se encuentra ante seres con rasgos humanos, que se transfiguran en aves, cabras, árboles con piernas y senos impares. Cada uno de estos elementos para el artista posee una significación simbólica vinculada a su religiosidad. La triada de piernas o senos las asocia al poder de la naturaleza, a la transfiguración milagrosa la naturaleza que va de la semilla, al árbol, al fruto. Cada fragmento de sus obras se encuentra en continuo proceso de cambio, y participan de ciclos y flujos de energía. Esta interrelación se observa en el ritmo envolvente de su figuración y en sus contrastes cromáticos.

En las culturas tradicionales dominadas por la mitología, lo oracular y lo mantico; los árboles, piedras, animales, e insectos fueron ancestros, que por un acontecimiento particular, en el tiempo de los orígenes, transformaron su naturaleza. Esa concepción de los dioses, diosas, ancestros y espíritus auxiliares transmiten cercanía entre cosmos y la humanidad, pues las deidades creadoras no desaparecieron, ni se alejaron tras la creación, sino están presentes bajo nuevas formas. Este es uno de los sentidos que poseen en la figuración del artista caribeño, donde estos seres etéreos presentes aún entre la humanidad, transmiten al otro la sensación de compañía, de encuentro con esta dimensión sacra.

“Siempre me interesaron esos temas, porque esa era nuestra realidad, o mi realidad. Y entonces quería ver todo a través de esa órbita. Porque son muy importantes los dioses yorubas, que no están muy alto, y sólo hay que moverse para buscarlos. Están cerca de nosotros, tienen virtudes y vicios y defectos. Y están junto a los ancestros y eso los hace mucho más familiares, pensar que no estamos solos, y siempre tenemos quien nos acompañe en los momentos más felices y tristes”. (Manuel Mendive, TVMACAY, 2014)

A diferencia de las religiosidades monoteístas como el cristianismo, la vida y la muerte no son dimensiones aisladas en las culturas tradicionales. Estas se comunican en el imaginario afrocaribeño y se encuentran íntimamente vinculadas. La mar, el rio, el viento, lo telúrico, la naturaleza, los ancestros son fuerzas espirituales que están en contacto íntimo con sus devotos en su día a día. Esta visión del mundo se proyecta y enriquece la obra pictórica y escultórica del artista. Esta atmósfera se potencia en la obra al estar cubierta de caracoles adivinatorios que de manera azarosa, atrapan el futuro y tiene una lectura sincrónica del presente y un complejo simbolismo que va del laberinto a lo femenino.

Las temáticas del hacedor caribeño se nutren de sus vivencias cotidianas, como son su pasión por las aves, la vegetación, las flores, los rituales y las diversas manifestaciones de la vida silvestre. De ahí que el día a día sea importante para su proceso creativo. Para Mendive el arte se funde con lo sagrado y la religiosidad, por eso la importancia del ambiente propiciatorio para la creación. Y de ahí su costumbre de ser mañanero, contemplativo, practicar la meditación, escuchar música mientras pinta.

Los elementos básicos de este abecedario se encuentran presentes desde su obra temprana, como expresión de la cultura afrocaribeña, en sus colores, su fauna y flora. Entre ellos la mariposa es un símbolo presente, por su capacidad de transformación, y de pasar de un ser terrestre a uno alado. Esta metamorfosis es metáfora del destino humano, que existe para realizar sus potencialidades, y anhelar la trascendencia. Para el artista el ave también es otro signo vital, pues es capaz de volar y desplazarse, asociado a la libertad del ir de aquí para allá, de no encontrar obstáculos en su vuelo, expresión de los anhelos más recónditos de todo ser humano: traspasar sus límites espaciales y temporales. Este lenguaje plástico ha logrado convertirse en un paradigma del arte sacro caribeño. A diferencia de W. Lam, para Mendive, esta no es una realidad lejana, sino que desde niño y a lo largo de toda su vida ha estado impregnado de ella, siendo un creyente y devoto de esta religiosidad.

“Quiero decir tanto, quiero hablar más de las plantas, del misterio de las raíces, de la tierra, de las flores tan hermosas, quiero hablar de todo lo que existe, de los colores, de las flores, de las aves que tanto me motivan, siempre aparecen muchas alas en mis obras. Ese deseo de estar aquí y allá, en todas partes, de ser libre. De poder conocerlo todo, de saberlo todo, de ver a la gente que pueda moverse de aquí y allá sin que nadie le ponga obstáculos, todo eso es tan hermoso, tan importante. Respirar profundamente…”. (Manuel Mendive TVMACAY 2014)
Dentro de esta mitología creativa, se expresa la interrelación entre el existir espiritual, físico y político en el caso del socialismo cubano, régimen lleno de obstáculos para la libertad y estos seres híbridos y fuerzas etéreas podrían estar para ayudar y guiar a sus devotos a sortearl y sobrevivir psíquicamente esta sociedad cerrada. Ante la imposibilidad del cambio real en lo cotidiano debido a una dictadura de más de cincuenta años, la religiosidad permite una adaptación a esta situación existencial y absurda en un planeta globalizado.

De ahí el dominio de los rituales, y hechizos que equilibran la lucha por la existencia del día a día en Cuba. Esto se expresa en las tensiones visuales y simbólicas de su figuración e incluso en los formatos de algunos de sus cuadros. La fuerza y el poder de la vida y lo sacro están presentes en diversos iconos de su lenguaje plástico, y uno de los más representativos es la mítica hacha de doble filo.

“Las Hachas son un elemento que se usa en la cultura Yoruba, Shangó tiene como símbolo el Hacha”. (Testimonio Mendive, exposición Museo Cuevas)

Esa transfiguración formal que va de lo ancestral a lo contemporáneo y lo político, tiene paralelos a lo vivido por Rufino Tamayo, a nivel de formación, pues el artista mexicano trabajó durante años en los museos antropológicos mexicanos, investigando y dibujando los diseños ancestrales de Mesoamérica, para reintroducirlos en el arte popular mexicano. Con una visión opuesta a la dominada por el muralismo izquierdista. Igualmente, Manuel Mendive estudia en la academia de San Alejandro, y trabaja en el departamento de Etnología y Folklore, para acercarse más a esa cosmovisión afrocaribeña. De esta manera se adentra en la dimensión académica de esta religiosidad, y se convierte en un estudioso e investigador de ella, además de ser un devoto. Y logró a través de su arte convertir su religiosidad en filosofía de vida.

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