Opinión Internacional

Triángulo de amor y odio

El encuentro de Camp David es el séptimo que han tenido Lula y Bush. Pero los dos últimos revisten una significación particular dentro del contexto de la situación que vive hoy América Latina. De esos encuentros ha emergido un Brasil fortalecido. Las pretensiones hegemónicas continentales de Hugo Chávez se verán debilitadas, disminuidas y reprimidas con la presencia de un Brasil consolidado en su posición de factor fundamental en la región, que además cuenta con el apoyo de la otra potencia presente en el continente.

Basta con leer el sobrio pero sustancioso comunicado conjunto emitido por los dos mandatarios en Camp David para constatar que Lula es sobre todo un estadista que pone los intereses superiores de largo plazo de su país por encima de cualquier beneficio o provecho inmediato.

Los mandatarios destacaron la importancia de la cooperación entre ambos países en el área de las energías renovables consagrada en el Memorando de Entendimiento firmado por ambos presidentes en Sao Paulo el pasado 9 de marzo, el cual contempla dar impulso a la cooperación en bio-combustibles y expresaron satisfacción por los resultado de la reunión celebrada en Washington el 29 de marzo para emprender la aplicación de ese documento. Dentro de este mismo contexto anunciaron el propósito de organizar misiones de científicos e investigadores brasileros a laboratorios de punta en bio-combustibles de los Estados Unidos y emprender esfuerzos conjuntos para incorporar a ese programa a países como Haití, República Dominicana, San Cristóbal y Nevis, y El Salvador, y otros que pudieran estar interesados.

Otro aspecto importante del comunicado conjunto es el compromiso asumido por ambos gobernantes de fortalecer la cooperación bilateral en las áreas de combate al crimen organizado, al narcotráfico, al lavado de dinero y a la promoción del terrorismo.

Los dos mandatarios refirmaron que el crecimiento económico global y el desarrollo constituyen objetivos centrales de la Ronda de Doha de negociaciones comerciales multilaterales; subrayaron la importancia de dar continuidad al esfuerzo que permitió el relanzamiento de la Ronda; se comprometieron a trabajar conjuntamente en pro de su conclusión “aprovechando la ventana de oportunidad que se presenta en el 2007” También resaltaron que el acuerdo que resulte de la Ronda debe ser ambicioso y equilibrado a fin de que asegure un mayor acceso al comercio y al flujo internacional de comercio como un medio para disminuir los índices de pobreza en el mundo.

En relación con la aspiración de Brasil a ocupar un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el comunicado se limita a registrar que los dos mandatarios reafirmaron su compromiso de mantener estrecha coordinación sobre el tema de la reforma de ese órgano.

En el Comunicado Conjunto los dos presidentes soslayaron deliberadamente toda referencia a cualquiera de las situaciones o problemas políticos concretos que existen en la región. Esto por supuesto no excluye que esos temas de evidente interés para ambos países hubieran sido discutidos en sus conversaciones privadas.

Sin embargo, el primer párrafo del Comunicado expone claramente la posición de ambos gobernantes en relación con esas situaciones o problemas cuando registra la voluntad de los dos gobernantes de profundizar el diálogo estratégico y el incremento de la cooperación bilateral basada entre otros, en los valores de la democracia, los derechos humanos y la liberación del comercio.

Esa misma orientación tiene lo que dijo Lula después de su reunió con Bush. Lula afirmó que invitó a los Estados Unidos a convertirse en socio de la integración latinoamericana para de esa manera contribuir al fortalecimiento de la democracia y la estabilidad en la región.

Chávez creía que con sus arrumacos y manoseos había conquistado el corazón de Luíz Inacio Lula. También creía que lo había contaminado con su odio enfermizo hacia “el diablo” George W. Bush. Este fin de semana, como dicen popularmente, Chávez terminó de “caerse del catre”. El triangulo de amor y odio que Chávez estuvo tratando de construir quedó desbaratado y hoy día el despecho debe estar embargando al inquilino de Miraflores.

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