Opinión Nacional

Carta a un venezolano

Después que Analítica.com publicara la entrevista que me hicieron los periodistas Javier Conde y Sebastián de la Nuez ((%=Link(«http://analitica.com/va/sintesis/internacionales/7619367.asp «,»Entrevista a Fernando Mires «)%)
) recibí carta de un lector, hecho que me permite hacer unas precisiones. Reproduzco a continuación tanto la carta como mi respuesta.

Estimado amigo
En primer lugar quiero agradecer a usted su constante preocupación por nuestro país.

La entrevista publicada por Analítica la encuentro muy interesante. Sin embargo quisiera hacer unas preguntas respecto a algunas de sus respuestas, las que para mí no están demasiado claras.

Usted dice que está en contra de los llamados a una insurrección. Pero ¿cómo responder a un gobierno que hace elecciones y despues no respeta sus resultados? Yo tampoco estoy a favor de una insurrección, sería muy irresponsable de mi parte, pero ¿qué hacer con un gobierno que no respeta la vía electoral? Yo tampoco, debo decirle, tengo una respuesta a esas preguntas. Por eso me gustaría conocer su opinión de un modo más detallado.

Una segunda pregunta: ¿qué significado otorga usted a los partidos políticos? Aquí todo el mundo se queja de que no tenemos conducción política. Yo pienso que los partidos políticos sólo saben reunirse entre ellos y llamar a marchas que no conducen a nada.

Por último, y para terminar, no entendí mucho aquello de que usted apoya a Correa y a Chávez no. Es cierto que Correa no es militar, pero es igual de autoritario e igual de populista que Chávez.

Se despide atentamente
p.m.

Estimado amigo

Muchas gracias por su amable E-mail.

Antes de dar respuesta a las preguntas que usted me formula, quisiera advertir que si bien yo sigo con frecuencia el acontecer venezolano, no estoy en condiciones de responder con exactitud aquellas preguntas que requieren un contacto inmediato con la realidad, contacto que usted, más que yo, posee. Ni los mejores conocimientos del mundo podrán reemplazar aquella información que se obtiene caminando por la calle y escuchando a la gente que pasa. Mis respuestas tienen que ver entonces con informaciones “frías”, deducciones lógicas y uno que otro conocimiento adquirido en algún libro.

Yo creo que con relación a su primera pregunta, que es la que se refiere a la impotencia de los electores cuando ven que un gobierno pasa por alto los resultados electorales, hay un cierto malentendido. Yo, por ejemplo, estoy a favor de participar en todas las elecciones posibles, pero no propongo una posición electoralista. Electoralismo es – para que se entienda- concebir la lucha política sólo en relación a “las próximas elecciones”, y eso, si puede ser correcto en una democracia normal, bajo un gobierno militar ya no lo es.

No hay que olvidar que un gobierno militar es por definición, militar, y un gobierno militar subordina toda lógica política a la militar. Eso significa que bajo un gobierno militar las elecciones son concebidas como parte de una estrategia militar. En esas condiciones las elecciones se convierten en un arma destinada a ser aplicada como cualquiera otra. Por lo tanto, cuando el gobierno puede ganar, se hacen elecciones. Cuando puede perder, las elecciones se postergan hasta el infinito (lo están viendo ustedes en el caso de la alcaldía de Maracaibo) Y si de todas maneras se hacen, y el gobierno pierde, se desconocerán los resultados electorales, como está ocurriendo en el caso de la Alcaldía Mayor. Luego, una posición electoralista bajo un gobierno militar significa, sin más ni menos, ceder toda iniciativa al gobierno militar, lo que desde una perspectiva política es un absurdo. Ahora, abandonar una posición electoralista no significa caer en el otro extremo, que es el abstencionismo.

El abstencionismo significa no participar en ningunas elecciones partiendo de la premisa de que están viciadas. La verdad es que no sólo en Venezuela, también en muchos otros países, los llamados abstencionismos han conducido a enormes retrocesos políticos. Los abstencionistas tienen, por lo general, una visión apocalíptica de la política. Imaginan que un día determinado las llamadas masas, como un río sin cauce inundarán a la nación, lo que ocurre a veces en las películas, mas no en la realidad.

Yo no niego que bajo condiciones determinadas pueden surgir levantamientos populares masivos que llevan, menos que a un cambio de gobierno, a una anarquía generalizada. Pero los procesos que llevan a la transición de un gobierno militar a un gobierno político son muy complejos. Es ahí donde los partidos políticos están llamados a jugar un rol muy importante. Con eso quiero decir que toda transición política deberá ser negociada y pactada, lo que es algo muy difícil. Ejemplos hay muchísimos. Y con ello estoy pasando a la segunda pregunta que es la que se refiere al significado de los partidos políticos.

Usted escribe que los partidos políticos sólo saben reunirse entre ellos y convocar a marchas que a nada conducen. En ese punto, me pregunto: ¿Y que más pueden hacer? Creo que en ese tema los venezolanos han sido injustos en su crítica a los partidos políticos, injusticia que parte, a mi juicio, de otro mal entendido. Para comenzar, debo decirle que yo creo que los partidos políticos venezolanos no son mejores ni peores que los de cualquier otro país. El problema es otro.

El problema es que los partidos políticos venezolanos se desenvuelven en un medio que no es el de cualquier país democrático. Y en un terreno no muy democrático, los partidos políticos tienen serias dificultades para existir pues allí no pueden cumplir las funciones que, como partidos, les son encomendadas. Lo que quiero decir es que la existencia de un partido político sólo adquiere pleno sentido en el marco de una democracia parlamentaria.

En los parlamentos los partidos parlamentan, es decir, discuten, forman sus fracciones, alinean sus sillas a la izquierda, al centro y a la derecha. Fuera del recinto parlamentario, en cambio, los partidos democráticos tienen dificultades para sobrevivir. Donde no hay parlamento, los partidos casi no existen. Luego, si los partidos políticos venezolanos sólo saben reunirse entre ellos y convocar a marchas, es porque simplemente están haciendo lo poco que pueden hacer fuera del parlamento, que es su lugar político natural de existencia. Para ahorrar palabras: un partido político es antes que nada un organismo de representación parlamentaria y no una organización de resistencia. ¿Se entiende?
Por cierto, hay organizaciones no parlamentarias que se denominan “partidos”, pero en el hecho no lo son. Los “partidos únicos” en las dictaduras comunistas, por ejemplo, no eran partidos pues la palabra partido viene de “parte”, y las “partes” estaban excluidas en esas zonas. El partido comunista cubano tampoco es un partido: es el brazo civil del ejército. El PSUV, en sentido estricto, tampoco es un partido: es el frente de masas de un gobierno militar.

Adam Mischnik, historiador y político polaco, escribió en los tiempos de la resistencia que “es más fácil convertir un acuario en una sopa que una sopa en un acuario”. Eso quiere decir: es más fácil que una organización de resistencia se convierta en un partido político a que un partido político se convierta en una organización de resistencia.

Solidarnosc por ejemplo, no surgió en Polonia como un partido político. Fue en sus orígenes un movimiento obrero; después, una organización de masas y finalmente, cuando advino la democracia, se convirtió en un partido político, y no sin sufrir fuertes fracturas internas. Carta 77 en la ex Checoslovaquia tampoco era un partido: era una organización de intelectuales independientes. Ahora, si usted revisa algunos procesos de democratización que tuvieron lugar en el Cono Sur, podrá ver que los partidos no jugaron ningún rol decisivo en la resistencia democrática. En Argentina fueron organizaciones independientes, redes sociales, sindicatos obreros, e incluso iniciativas como las “madres y abuelas” las que llevaron a cabo gran parte de la resistencia antidictatorial. En el Chile de Pinochet fue la Iglesia Católica en coordinación con múltiples organizaciones, la institución que más soportó el peso de la resistencia. En otros lugares fueron las redes sociales, las organizaciones no gubernamentales, las iniciativas civiles y, no por último, movimientos sociales como el sindical y el estudiantil. Los partidos políticos entran a actuar, por lo general, en los tramos finales, que es cuando se hace necesario realizar negociaciones, pactar y crear nuevos espacios de interlocución. En cualquier caso, mientras subsista un espacio para hacer marchas y participar en elecciones (es decir, espacios de oposición y no de resistencia) los partidos políticos tienen todavía un papel que jugar. En los espacios de resistencia son otras las instituciones que deben actuar.

Y respecto a Rafael Correa. No es que yo imagine que Correa es el prototipo clásico del gobernante democrático. Es –concuerdo con usted- tanto o más autoritario y populista que la mayoría de sus colegas latinoamericanos. Pero, por otra parte, entiendo que Ecuador viene saliendo de una profunda crisis política y la tarea que le corresponde a Correa es nada menos que la de reconstruir el Estado Nacional en un país donde ese Estado era casi una ficción. Se trata de un país zanjado no sólo por enormes desigualdades sociales sino, además, étnicas. Presentada la alternativa de elegir entre un milico populista o un millonario antipolítico, los ecuatorianos eligieron a un gobernante político, y desde esa perspectiva eligieron bien. El problema, ya lo he dicho diversas veces, es que Ecuador se constituya como miembro periférico del núcleo antidemocrático de América Latina (Venezuela y Cuba), problema que a estas alturas tampoco es demasiado gravitante. Ese eje ya está muy debilitado políticamente: Cuba al borde de la inanición colectiva y Venezuela cada vez más militarizada.

Espero entonces haber dado respuesta, aunque sea en parte, a sus interesantes preguntas

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