Opinión Nacional

Los dos grandes líderes de la política venezolana

Continuidad y ruptura. Así transcurre la historia, pero no de modo alternado sino, reproduciendo a Trotsky, de modo desigual y combinado, lo que significa que, aun en medio de profundas rupturas, el futuro mantiene un hilo de continuidad con el pasado de la misma manera que en los momentos de mayor continuidad suelen acumularse contradicciones que llevarán más tarde a otros momentos de ruptura.

Para poner algunos ejemplos: Napoleón restauró la dominación monárquica en nombre de la revolución. Stalin restauró el zarismo en nombre del comunismo. Fidel Castro restauró las estructuras de las dictaduras militares latinoamericanas en nombre del socialismo. Mao restauró la dominación de los mandarines (el partido) en nombre de la revolución campesina, y Deng Xiaoping construyó el capitalismo en nombre del maoísmo.

Ahora, de los ejemplos nombrados podemos destacar tres hechos importantes: El primero es que la ideología que cubre cada periodo no es coincidente con los procesos que tienen lugar. Así por ejemplo, el jacobinismo fue la ideología de la modernización política de Francia y el socialismo la ideología de la revolución industrial en países económicamente atrasados como Rusia.

Chávez también hizo uso de arcaicas ideologías para cubrir un periodo en el cual se intentó integrar al juego del rentismo petrolero a sectores tradicionalmente excluidos. En cierto modo, mediante la restitución de ideologías obsoletas, fue llevada cabo la transición de la «política de grupos» a la «política de masas», transición que ya había tenido lugar en diversos países latinoamericanos, pero mucho tiempo atrás.

El segundo hecho es que habiendo sido cumplida una determinada tarea histórica, tales regímenes entran en proceso de descomposición. En el caso venezolano por ejemplo, hoy vemos a quienes ayer fueron iracundos marxistas, referirse a Dios y a la Virgen con una devoción que cualquier franquista envidiaría.

El tercer hecho es que tanto el periodo que ya está terminando, como el que está comenzando, se expresan de modo personalista. Uno, en Hugo Chávez. El otro, en Henrique Capriles. Eso quiere decir que, si desde una perspectiva cronológica Maduro aparece como continuador de Chávez, desde una perspectiva política su continuador será Capriles.

Chávez y Capriles serán considerados por los historiadores como los dos más importantes líderes venezolanos de las primeras fases del siglo XXl. Vale la pena entonces detenernos en el «punto de quiebre histórico» que está teniendo lugar con el descenso del chavismo y el ascenso del «caprilismo».

Aceptando incluso la tesis de que los avances sociales de la era Chávez fueron menores a los de otros países de la región, lo importante es que en Venezuela multitudes de pobres suburbanos y agrarios se vieron reflejados en el espejo del poder. En Chávez los pobres veían a uno de ellos ejerciendo la presidencia. El chavismo fue, menos que socioeconómico, un fenómeno cultural e incluso psicológico.

De esta manera, el primer paso que llevará a Venezuela a la modernidad, el de la incorporación del pueblo al poder simbólico, ya fue dado por Chávez. El segundo, el de la conversión de la masa social en ciudadanía política, deberá ser dado por Capriles. Esa es la razón por la cual afirmo que entre Chávez y Capriles hay un hilo de continuidad. Capriles lo entendió.

Cuando en sus discursos Capriles se refirió a la conservación de las misiones, no jugaba al oportunismo. Todo lo contrario; Capriles ha entendido que la creación de un orden democrático pasa por la incorporación social y simbólica de los más pobres y no por su exclusión. Eso no quiere decir que la continuidad histórica que se da entre Chávez y Capriles anula las diferencias entre ambos. Estamos hablando aquí ­por si alguien no lo ha captado­ de una continuidad en la diferencia.

La diferencia entre el momento histórico de Chávez y el que dirigirá Capriles explica a su vez las disimilitudes que se dan entre ambos líderes.

Capriles, por ejemplo, no es un líder mesiánico ni un caudillo militar, como lo fue Chávez. Pero sí es un líder político y democrático como no lo fue Chávez. Cada momento escoge a sus nombres y no los nombres a su momento.

El precio de la transformación social chavista ha sido, por cierto, muy alto. No me refiero a la debacle económica. Me refiero a la erosión de las instituciones, a la degradación de la moral ciudadana, a la militarización de la política, y no por último, a la subordinación ideológica del Estado venezolano a la dictadura cubana.

Luego, las tareas que aguardan al ascenso de Capriles serán enormes. La primera será desplazar a la oligarquía estatal formada durante el largo periodo chavista. Después vendrá la democratización del Estado, la desmilitarización de la política y la reincorporación de Venezuela en la comunidad de las naciones democráticas del planeta.

Pero la tarea más difícil será reconciliar a la nación consigo misma. Es por eso que en Venezuela reconciliación y democratización son términos casi sinónimos.

Es por eso también que la reconciliación nunca podrá venir desde el lado del chavismo pues, de acuerdo a la máxima castrista que sustentan sus jefes, el poder, una vez alcanzado, no se devuelve, aunque sea al precio del fraude.

Pero seamos sinceros: las transformaciones políticas que esperan a la Venezuela del mañana nunca habrían podido ser pensadas si es que durante Chávez no hubiera tenido lugar la transformación simbólica de las relaciones entre poder y pueblo. El periodo de Chávez fue, como diría Hegel, una astucia de la razón histórica. Chávez, en cierto modo, ha preparado la ruta de Capriles. Ese, reitero, es el hilo de continuidad que unirá a Chávez con Capriles, aunque ninguno de los dos líderes lo hubiera así imaginado y, mucho menos, deseado.

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