El Editorial

Por qué el hastío nos condena

Si observamos con atención las encuestas, y lo que dice la gente por las calles, la impresión que se recoge es la de un sentimiento generalizado de hastío. Un porcentaje muy grande de la población pareciera, no sólo no creer en elecciones, sino que está cansado de ver las mismas caras diciendo siempre lo mismo. Eso no quiere decir que estén contentos con la situación actual del país, más bien es todo lo contrario, pero no encuentran como encauzar su insatisfacción, porque no saben expresar de manera adecuada su malestar. Lo único que aflora es el eterno providencialismo de que surja, ex machina, una nueva figura independiente que los emocione y saque de ese hastío.

Eso fue precisamente lo que hizo que Hugo Chávez se impusiera hace 22 años y que hoy pudiera materializarse en algún otro personaje peculiar. Nuestros vecinos colombianos lo hicieron creando una figura “nueva” en un ingeniero cuyo único crédito era haber sido alcalde de Bucaramanga y, si bien estuvo a punto de ganar, terminó desinflándose como bomba de jabón. Nosotros también tuvimos lo mismo hace años con Irene Sáez.

A eso nos conduce el hastío y, si queremos salir de esto, debemos, por lo menos por un momento, superar nuestra indiferencia y pensar en quién, de todos los que se presenten a las primarias de la oposición pudiera ser la persona adecuada y con la experiencia necesaria para conducirnos por el difícil camino de la transición hacia un país normal.

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