Cultura

“La Mala Racha” de Fernando Martínez Móttola

“Aquel piso que sustentaba su vida y que parecía sólido como una roca un buen día se desmoronó de un buen golpe, como un vidrio que se resquebraja y cae al piso en mil pedazos…”. (FMM: p.40, 2015)

En Venezuela, en los últimos quince años, se ha generado una sugestiva e interesante narrativa alrededor del trágico contexto histórico en el cual, desde diversas perspectivas, se describe, analiza, y reinventa nuestro devenir. Es una toma de posición de escritores e intelectuales para comprender cómo se ha creado este presente que ha minado nuestra calidad de vida y está llevando el país a la ruina. Fernando Martínez Móttola asumió este reto al escribir su novela “La Mala Racha”, 2015, en la que sumerge al lector en el día a día en una prosa directa y transparente.

El escritor plantea con una narrativa plena de tensiones emocionales, los dilemas fundamentales que pesan sobre cada venezolano ¿Qué hacer ante esta cruenta realidad? ¿Qué actitud tomar ante la pérdida de la visión de futuro del país?, donde el secuestro, la muerte violenta, la censura es un ingrediente más de la cotidianidad. Llegándose al extremo en que la realidad supera la ficción, en los asaltos masivos al transporte colectivo, a los vagones del metro, y lugares de esparcimiento como cines o playas.

Escribir del presente a través del drama de Matías Romero y su familia, adentra al lector en los conflictos en que se encuentra inmerso el venezolano y enriquece el conocimiento de nuestra compleja realidad y los dilemas éticos y existenciales del venezolano. Ante las consecuencias del populismo y el militarismo que ha dominado parte de nuestra historia y en la que nos encontramos atrapados.

“- No digas tonterías, Matías. Eso sería lo peor que podría pasarnos. Los militares no han hecho nada bueno en ninguna parte. Mira la historia de América Latina…Los militares deben estar en los cuarteles, supeditados al poder civil y punto, Matías. Ese es su papel. Cada vez que los militares, salen de los cuarteles se arma un lío. Si no mira, la historia de los últimos años. Esto no es otra cosa que un gobierno de militares”. (FMM: p. 179, 2015)

La novela plantea un acercamiento a la clase media venezolana, cuya participación y poder en una sociedad determina los grados de libertad y prosperidad de la misma, tal como lo ha demostrado la Historia de Occidente. En “La Mala Racha” se plantean perspectivas generacionales, que incluyen a las nuevas generaciones representadas en las hijas gemelas de Matías Romero y Helena y su entorno, unos anhelan la salida del país, y otros prefieren mantenerse en su terruño. Dilema que se plantea desde perspectivas diferentes a las nuevas generaciones de los sectores populares, como sucede con jóvenes del Barrio 1 de Mayo del Cementerio, quienes si bien no tienen como prioridad salir del país, si desean vivir fuera de su sector, por la violencia y los enfrentamientos de bandas.

Dentro de los aportes del escritor está el no limitarse a una sola percepción de nuestra realidad, sino llevar al lector a diversas visiones dentro de estas circunstancias. En cuanto a la juventud, ésta contraparte la representan los jóvenes que encuentra Matías Romero en una arepera de las Mercedes, tras dejar a su familia en el aeropuerto en su migración a Miami. Cómo percibe al país la juventud que decide jugársela por Venezuela, dentro de la cual podría estar gestándose una generación tan activa y representativa políticamente como la del 28.

Es importante destacar dentro de este contexto la visión de la artista, la soñadora, la creadora de utopías estéticas que está representada en la novela por Helena, esposa de Matías Romero, quien en estos tiempos de angustia se refugia en las artes, hasta que la trágica realidad la toca de cerca ante el secuestro de uno de los mejores amigos de su familia. Las circunstancias del país obstaculizan el desarrollo de la creación, pues la infraestructura cultural estatal se convierte en lugares de promoción ideológica o de creación de cuadros políticos. Esta injerencia directa en los espacios propios del arte, se inició cuando el expresidente exigió hacer una exposición en el Museo Jacobo Borges, para celebrar el primer año de su gestión, donde se mostraban más de cien fotografías de sus recorridos por el mundo durante ese año de gobierno. En este sentido, en la muestra en el año 2011 sobre el Golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, el Ministro para ese entonces del Poder Popular para la Cultura, manifestó: «Aquí está el palpitar de un pueblo hacia un líder, hacia su revolución y esperanza». Continuó diciendo: «Este es un tributo desde las artes, desde la cultura, al presidente Hugo Chávez, así es como la sociedad celebra estos 20 años, así lo celebramos la cultura».

Dejando de cumplir los museos a partir de ese momento la función de promover la creatividad, la libertad y la tolerancia hacia la diversidad.

A Helena, como casi todos los creadores del país, se le redujo el espacio expositivo, y al migrar para radicarse en el extranjero, se encontró con un contexto propicio para seguir expandiendo su personalidad creativa. Para el historiador Arnold Toynbee uno de los síntomas más significativos de una civilización o proyecto civilizatorio en crisis, es la pérdida de la voluntad creativa, que es sustituida por la adoración del pasado, que paraliza la capacidad de crear soluciones a los obstáculos y los problemas que plantean el desarrollo de una sociedad, y se busca en el mítico pasado, en pensamientos fundacionales sepultados por el tiempo, las respuestas a los dilemas del presente. Se está ante el fundamentalismo bolivariano.

“Las cosas se tornan muy peligrosas, cuando el fanatismo se impone al pensamiento, cuando la ficción sustituye a la realidad. De pronto los odios se propagan como un incendio en la paja seca. Una sociedad que hemos conocido como unida y esperanzada baila ahora en torno a una paranoia, con un enemigo inventado…”. (FMM: p.33, 2015)

Desde las primeras líneas de la narración, Helena, esposa de Matías Romero, se debate ante el temor real de que algo ocurra a sus gemelas en una de sus tantas salidas para entretenerse en Caracas. Son estos episodios los que inician la novela, que logra un nivel alto en tensiones emocionales cuando el Gordo, el mejor amigo de Matías, es secuestrado, y crea una situación de incertidumbre existencial, que Helena plantea con palabras lapidarias:

“Hace apenas un rato estábamos en nuestra casa, felices en la fiesta de nuestras hijas, y de allí en adelante mira el horror que hemos vivido. En esta ciudad la vida te puede cambiar así de fácil; de un momento a otro te ves en medio de una tragedia como esta.”(FMM: 91, 2015).

Se inicia al lector en el tobogán que lo lleva al hueco negro en que se ha convertido nuestra realidad. Aquí entra la novela en un punto que lleva al otro, a quedar atrapado en la trama: la realidad lacerante y diaria a la que están expuestos todos los venezolanos, a la que de una u otra manera no escapan ni siquiera los líderes y allegados al régimen. Las vivencias que narra el escritor de un secuestro, son escritas con claridad y pasión, donde todos los registros de los involucrados son tomados en cuenta, incluso la visión de los secuestradores y de cómo funciona su lógica interna.

Ante esta conflictiva realidad se le plantean a Matías dos salidas, enfrentar este contexto socio-económico con sus obstáculos esperanzado en un cambio, o la migración en búsqueda de nuevos horizontes. Ante este dilema su familia se planea la necesidad de ponerse a salvo a esta guerra civil soterrada, clandestina, silenciada en que vive el venezolano, yéndose a vivir a Miami, pues sienten de cerca el acoso a la libertad individual y al derecho a la vida. Pero para al protagonista percibe situación desde otra dimensión, a donde emigrar a los cincuenta y ocho años un ingeniero de sólida formación académica y de experiencia en la industria petrolera, participante del paro, viviendo la exclusión. Situación que transformó su exitosa vida profesional, y la convirtió en una lucha por sobrevivir y mantener el nivel de vida que tenía.

Desmenuza el autor el drama cotidiano en el que existen, miles de inmigrados que vinieron a Venezuela a mediados del siglo pasado, huyendo de la guerra civil española y la posguerra, que intuyen que se puede repetir lo que ocurrió en España y en Europa, en nuestra geografía. Este conflicto lo narra el escritor a través del padre de Matías, cuya familia llegó a Venezuela buscando nuevos horizontes, heredero de la tienda de electrodomésticos familiar de la que vive Martín y su padre, hasta que se ven obligados a cerrarla debido al cerco económico del régimen a la economía de libre comercio ante la imposición de un estado totalitario.

La solución de Matías a su situación existencial y familiar, es dejar que su esposa Helena y sus hijas se radiquen en el exterior, mientras él vive en Venezuela ante su dificultad para existir fuera de su terruño y su cotidianidad. Y con la fe de que todo este proceso se debilitará por su anacronismo.

En la trama de la narración va diseccionando nuestra sociedad Fernando Martínez, con su percepción incisiva de los males que se están creando, como es el nuevo estamento social que está surgiendo dentro del régimen: la Boli-burguesía, al socavar las fuerzas productivas y sustituirlas con la economía de puerto. Pues ella atrae fortunas a los cobradores de comisiones por las importaciones, que han generado escándalos tan vergonzoso de lo que se ha convertido Venezuela. Como fue el caso de los cientos de conteiner de comida podrida y medicamentos vencidos, encontrados a lo largo y ancho de Venezuela.

Acercarnos a este nuevo venezolano enriquecido por las empresas de maletín, responsables de la pérdida de más veinte mil millones de dólares a través de la manipulación del control de cambio. Este perfil humano lo hace el autor a través Gilbert Sarmiento y su empresa, un amigo de la universidad que decide subcontratarlo clandestinamente para un proyecto petrolero de gran escala, y evitar así que Matías interfiera en sus actos de corrupción. Personaje propio de nuestra sociedad, caracterizado por la viveza criolla, presente incluso en la época gomecista alrededor de la venta de las primeras concesiones petroleras.

Adentra así el escritor al lector a este mundo de verdades dichas a medias, de personajes que logran crear grandes fortunas a través de la corrupción generada desde el interior del Estado. En estos capítulos se está ante una narración plena de tensión emocional al introducir a la periodista Dulce María González, que se convierte en el espejo en que empieza a tomar conciencia Matías de las ramificaciones ilegales del proyecto petrolero que hizo para Gilberto Sarmiento.

En este contexto muestra al lector cómo funciona el aparato represivo del Estado, de manera intimidatoria y represiva, para proteger a sus representantes en sus actos de desfalco al erario público. Esto lo narra a través de la vivencia del protagonista al ser intimidado y posteriormente encarcelado por los organismos de seguridad, para proteger el proyecto petrolero que tiene entre manos la empresa para la que trabaja.

No deja de lado describir el escritor la presión del régimen sobre los medios de comunicación, para silenciar los escándalos y provocar la auto-censura. Toda esta dinámica política, represiva, y existencial a la que nos enfrenta el escritor nos permite darnos una noción clara de la dimensión del hueco negro moral en que se encuentra la República Bolivariana de Venezuela. Estamos por tanto ante una novela que enfrenta al lector ante la realidad, desde diversas perspectivas a través de la creación. Lectura necesaria para reexaminar nuestro contexto y las posibles actitudes a tomar ante lo que el protagonista considera sólo una Mala Racha en nuestra historia….

Bibliografía:
Martínez Motolla, Fernando, La Mala Racha, Funfavag Ediciones, Venezuela, 2015

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