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Después del 7M: Crisis eléctrica agudiza distorsión de la economía venezolana

Caracterizada por la inflación más alta del mundo, la economía venezolana, ya distorsionada por una espiral hiperinflacionaria que se mueve casi a la velocidad de la luz, se ha visto arrasada en todos sus sectores por el colapso de la infraestructura del país.

Hasta el agua se compra en divisas. La escasez de bolívares tanto electrónicos como en efectivo, así como la imposibilidad de hacer transacciones por falta de energía eléctrica, limitaron las formas de pago al punto de acentuar con mayor fuerza una dolarización de facto que ya había ganado terreno en los últimos meses, como única forma para proteger los escasos ingresos del ciudadano venezolano.

El apagón tomó por sorpresa a un trabajador que nunca deja bolívares en su cuenta ante una devaluación voraz que los consume en cuestión de segundos. Al recibir cualquier ingreso económico en moneda nacional, es menester hacer el cambio a moneda extranjera, o salir a comprar bienes, en su mayoría alimentos, como si el mundo acabara al día siguiente, pues en el ámbito económico venezolano, nunca se sabe qué pasará mañana.

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Sin electricidad, sin puntos de venta operativos, sin cobertura telefónica, los dólares y euros han sido la forma más viable de intercambio comercial por bienes como bolsas de hielo que se vendían hasta en 8 dólares y servicios como carga de equipos electrónicos que eran cobrados por el costo de al menos $1 por cada 10 minutos.

En palabras del economista Asdrúbal Oliveros, “el sistema de mercado está institucionalmente destruido”, por lo que bajo la situación de crisis actual, la economía, que ya estaba devastada, en la que el mercado no funcionaba y ya había escasez, está siendo ahora operada básicamente como un mercado negro, en el que no hay sistema de mercado sino que solo se paga una prima por los bienes y servicios.

Foto: EFE

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Tanto para consumidores como comerciantes las pérdidas han sido dramáticas. No hay garantías ni para oferentes ni para demandantes. A tres días del apagón que había dejado a oscuras a toda Venezuela, 875 millones de dólares (un punto porcentual del PIB venezolano) se habían perdido en un país con la mayor crisis económica de Latinoamérica y el mundo, al menos en este siglo.

La firma de análisis económico, Ecoanalítica, calcula que Venezuela pierde entre $180 y $200 millones diarios por las interrupciones de energía eléctrica.

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La gremial Consecomercio, por su parte, estima como «incalculables» las pérdidas del sector productivo, y afirma que ni la industria ni el comercio tienen la capacidad de reactivarse en su totalidad, sobretodo como consecuencia de los actos vandálicos que se han derivado de la falta de electricidad. 

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En Zulia, el panorama ha sido el más desolador de todo el país. Ante la mirada impune de los cuerpos de seguridad, la región se ha econtrado a merced de los saqueos y actos delictivos bajo alegatos de desesperación y hambre, pese a que no solo han sido saqueados establecimientos de expendio de comida y medicinas, sino también tiendas de ropa, calzado y artefactos electrónicos.

Tras esta ola de saqueos, el grupo el mayor productor de alimentos de Venezuela, Empresas Polar, reportó pérdidas superiores a los cinco millones de dólares y daños a cinco instalaciones del grupo en el estado de Zulia.

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El gremio de ganaderos, muchos de ellos afincados también en esta región, informó de pérdidas mayores a los cinco millones de dólares como consecuencia del apagón.

Catástrofe alimentaria

Pero las pérdidas no han sido solo en masa monetaria y la industria alimenticia sufre también consecuencias devastadoras. En un país que ya padece desde hace años por la escasez de alimentos, el desabastecimiento y la hiperinflación, el primer apagón había dejado pérdidas por 5,5 millones de dólares a los productores de carne y lácteos, según la Federación Nacional de Ganaderos (Fedenaga).

Mientras el hambre hace estragos, los alimentos se descomponen en los refrigeradores que no pueden funcionar sin energía eléctrica. De acuerdo con cifras de la Asamblea Nacional (AN), por cada hora de apagón, 9.747 kg de carne se convierten en desechos por la falta de refrigeración y combustible para prender las plantas eléctricas y poder conservar los alimentos.

Solo en la zona norte del estado Táchira, en los andes venezolanos, se perdieron más 100.000 litros de leche durante la semana del 25 de marzo, fecha en la que por segunda vez en el mes, el país volvió a quedar totalmente a oscuras.

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“Esto está afectando fuertemente los canales de distribución, porque la producción se vio afectada desde el pasado 7 de marzo (…) los canales comerciales no quieren recibir productos refrigerados, porque no saben si lo van a poder mantener. El sector no está produciendo lo que debería, es una situación realmente preocupante”, alerta el presidente de la Asociación de Ganaderos del estado Táchira (Asogata), Leonardo Figueroa.

«24 horas más»

Solo ocho días fueron laborables en marzo. La crisis eléctrica paralizó a la mayor parte del país ante la imposibilidad de movilizarse por falta de transporte como consecuencia de la escasez de combustible, sumado a la falta del servicio de agua.

«Las actividades escolares y laborales se mantendrán suspendidas por 24 horas más», fue el anuncio oficial de cada noche, ante la imposibilidad del solventar el problema de energía eléctrica en el país.

No fue sino hasta el pasado miércoles 3 de abril, que los estudiantes pudieron retomar sus actividades académicas en medio de la fuerte crisis de servicios básicos. Sin embargo, el ausentismo escolar se impuso, pues aunque el servicio eléctrico se ha restituido parcialmente en la Gran Caracas, numerosos estados del interior del país se mantienen sin electricidad y sin una gota de agua potable.

Mientras tanto, la actividad laboral fue retomada oficialmente el lunes 1 de abril, con una jornada especial hasta las 2 p.m., un horario que no les permite a los comerciantes generar los recursos necesarios para cubrir gastos operacionales. Por tal motivo, Fedecámaras y Consecomercio se pronunciaron en contra de la medida y decidieron no plegarse a la misma. 

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La punta del iceberg

Debajo del colapso del sistema eléctrico registrado hace un mes, hay 20 años más de ineficiencia y corrupción en las empresas públicas encargadas del suministro de servicios básicos, y una larga lista de profesionales altamente calificados que han emigrado en búsqueda de mejores condiciones de vida y ha sido reemplazado por personal carente de experiencia y sin la estatura moral para el manejo de los servicios públicos.

El gran apagón nacional solo puso en evidencia las enormes deficiencias en cuanto al mantenimiento del sistema eléctrico y la incapacidad operativa y de personal para atender las emergencias. Pdvsa, Corpoelec, Hidrocapital y el Metro de Caracas son solo algunos ejemplos de las empresas que hoy están descapitalizadas y no tienen cómo solventar sus fallas de operatividad.

El sector petrolero, ya golpeado por la corrupción y las sanciones extranjeras, se ha visto enormemente afectado por las fallas eléctricas. La ya deprimida producción cayó por debajo del millón de barriles diarios, lo que podrá generar pérdidas a gran escala y representar un enorme desafío para el mercado así como graves problemas en el suministro de  combustible.

Ecoanalítica afirma que hay una paralización importante en muchas áreas críticas del sector petrolero y que, en este punto, «podríamos perder hasta 700.000 barriles diarios”.

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A un mes del primer gran apagón nacional, el país continúa a media marcha. La actividad económica lleva 30 días afectada por los constantes cortes del servicio eléctrico, la falta de agua y los decretos reiterados de suspensión o recorte de la jornada laboral.

EFE / MIGUEL GUTIERREZ

Los intentos del venezolano por recuperar su rutina se han visto coartados por la necesidad de retirar dinero en efectivo en las escasas agencias bancarias habilitadas, en buscar alternativas ante el déficit de transporte público, tanto terrestre como subterráneo, en pasar horas en largas filas buscando agua sustituta ante la falta del servicio y, entre otras cosas, en procurar un milagro para rendir sus ingresos y poder abastacerse de los productos más esenciales.

A las 6:00 de la tarde, si no antes, los comercios cierran y los ciudadanos se apresuran a regresar a sus hogares, ante el temor de un nuevo apagón. La oscuridad ha impuesto un toque de queda, que no genera más pérdidas en todos los ámbitos de la dinámica nacional.

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